sábado, 12 de diciembre de 2009

El glaciar de Briksdals

La XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático que se celebra estos días en Copenhague ha coincidido con el aviso que han lanzado ayer las autoridades australianas a todos los barcos que navegan por las aguas al sureste del país ante el enorme iceberg de 19 kilómetros de largo y 8 kilómetros de ancho que se encuentra en estos momentos a unos 1.700 kilómetros de la costa oriental de Australia.

Los expertos estiman que se derretirá antes de llegar a tierra firme, igual que sucedió hace diez días con otro grupo de más de cien icebergs avistados al sur de Nueva Zelanda, atribuyendo estos sucesos al cambio climático debido a que el aumento de la temperatura del mar ha acelerado el proceso de fragmentación de los polos.

Según la http://www.actoncopenhagen/ los diez años más cálidos desde que se tienen datos, se han producido a partir de 1997 y dicha afirmación se basa en las temperaturas tomadas desde 1850, año en que empezaron a registrarse datos fiables. En los últimos cien años la Tierra se ha calentado unos 0,75ºC y cada vez se calienta más rápidamente. De los 159 años registrados, los diez más cálidos se han producido en el periodo citado.

El nivel de los mares ha crecido 10 centimetros en los últimos cincuenta años. Las nieves perpetuas del Kilimanjaro, que Ernest Hemingway hiciera famosas en su novela, tienen sus días contados y se derriten a gran velocidad al igual que las del Monte Kenia. Los diversos glaciares de la tierra siguen el mismo camino y por poner un ejemplo, de nuestros glaciares pirenaicos tan solo quedan un 40% que se estima habrán desaparecido antes de 50 años.

El otro día tropecé con una página, la www.envisense.org/glacsweb/ en la que comentando un proyecto desarrollado por la Universidad de Southampton, analizaban el retroceso que estaba experimentando el glaciar de Briksdals situado en el sur de Noruega e indicaban que la lengua del glaciar había retrocedido 400 metros en diez años.

En la primavera de 2007, con ocasión de un viaje que hice por Escandinavia con mi mujer y unos amigos, visitamos este glaciar el cual es solo una rama del enorme Jostedalsbreen que está considerado como el glaciar más grande de Europa.

La zona se sitúa dentro del Parque Nacional de Jostedalsbreen que se creó en 1991 para proteger en lo posible este enorme glaciar de más de 450 kilómetros cuadrados y en el que se encuentran picos tan imponentes como el Lodalskåpa de 2083 metros y el Høgste Breakulen de 1,957 metros, así como, numerosos valles glaciares como los de Oldeskardet, Briksdalsbreen, Bøyabreen y Nigardsbreen. Todo el parque está salpicado de ríos, arroyos y cascadas que han ido modelando geológicamente el parque creando un paisaje espectacular.

El acceso al glaciar de Briksdals se inicia desde el Briksdalsbre, un Centro de Visitantes, con tiendas, un restaurante, alojamientos, zona de juegos y desde el que se pueden contratar actividades deportivas de aventura o vuelos en helicóptero sobre el glaciar.


Desde el Centro de Visitantes se interna uno por un sendero de gravilla que asciende entre bosques durante unos tres kilómetros y que se convierte en un agradable ejercicio de senderismo durante los 45 minutos que dura la subida. Para los vagos, los que tienen prisa o los imposibilitados físicamente, existen unos pequeños cochecillos verdes que te llevan hasta arriba y que son la única nota incordiante en medio de la paz que te rodea.

El paisaje que se domina durante la subida es espectacular observándose al fondo los picos helados que rodean el valle glaciar y las cascadas que caen por las laderas más próximas una de las cuales, se cruza a través de un pequeño puente de madera con la consiguiente ducha producida por el agua pulverizada que despide la catarata y que en los días como el que nosotros subimos, en que hacía un sol radiante, se agradece.

La subida en algunos tramos es fuertecita para los que no somos muy montañeros pero, realmente, merece la pena.

En el inicio del recorrido no se divisa el glaciar, tapado este por las laderas de las montañas por las que serpentea el sendero pero, de repente, aparece en la lejanía al doblar una curva mostrando todo el color y la majestuosidad de la lengua de hielo que desliza sobre el valle.

A partirde ese momento nuestra visión en el horizonte será la de la vaguada por la que avanza el hielo lentamente desde hace siglos y de la que no podremos apartar nuestros ojos embrujados por la imagen.

Al final del recorrido, la senda como tal, desaparece y nos encontramos con un pequeño lago formado por las aguas procedentes del deshielo del glaciar, agua que corre bajo las entrañas de la lengua azulada, síntoma de su enfermedad.

Sobre el lago descansa el extremo de su lengua y es allí desde donde podemos admirar la impresionante masa de hielo que baja de las cumbres y los distintos azules que es capaz de reflejar el hielo por efecto de los rayos del sol.
Llegados a este punto, todos los caminantes sienten como la necesidad de tocar el hielo, como acariciándolo, como queriéndole dar ánimo para que no muera convirtiéndose en agua y desapareciendo.

Los más aventureros pueden subir por la lengua en cordadas, bien equipados con piolets y botas provistas de crampones y dirigidos por un guía pero, a mi, me dá la sensación de que es como hollar algo sagrado. Como herir al gigante de hielo en medio de su agonía.

Una bella excursión recomendada a los que visiten Noruega. Ojalá que los sabios y nuestros políticos sean capaces de ponerse de acuerdo en esta Cumbre de Copenhague o en las futuras Cumbres que se organicen para evitar el cambio climático y que las próximas generaciones puedan seguir subiendo al Glaciar de Briksdals para poder contemplar los inigualables azules del hielo casi eterno.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Periodismo fotográfico




Hace unos días viniendo de viaje, mientras conducía, iba escuchando el programa radiofónico que tiene por las tardes la periodista Julia Otero en Onda Cero. Entre varios de los temas que comentó esa tarde con sus tertulianos uno de ellos fue el de el periodismo fotográfico y las fotografías que ellos estimaban, habían producido un mayor impacto emocional después de su visionado.

Nada más sacar el tema a relucir me vinieron a la mente tres fotografías que guardo desagradablemente en mi memoria involuntaria.

Una de ellas es la famosa instantánea tomada en 1972 por el fotógrafo vietnamita Nick Ut, que trabajaba para la agencia Associated Press durante la guerra del Vietnam y en la que se ve a una niña, totalmente desnuda, que corre llorando por una carretera acompañada de otros niños que también lloran desconsolados mientras al fondo se divisa una densa humareda. La humareda había sido originada momentos antes por el bombardeo de una aldea vietnamita por un avión norteamericano produciéndose numerosas víctimas y heridos graves por quemaduras, entre ellos la niña, cuya vestimenta había ardido literalmente encima de su piel.

Al parecer, el fotógrafo después de sacar la instantánea cogió a la niña, una tal Kim Phuc, la cubrió con una manta y la llevó en su coche a un hospital cercano.

Kim Phuc se recuperó y hoy en día, guarda una cariñosa relación con el fotógrafo que le salvó la vida y que a la vez, denunció los horrores y las calamidades provocadas por aquella guerra gracias a su instantánea, la cual, dio la vuelta al mundo siendo merecedora del premio Pullitzer en 1973.

La segunda de las fotografías, para mí tremendamente impactante, es la de otra niña, Omayra Sánchez, una niña atrapada entre los restos de su casa arrasada por el agua y el barro durante la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia.

Omayra estuvo tres días sintiendo como se hundía cada vez más en el fango que la rodeaba sin que hubiera medio de sacarla de allí, ya que, la única solución era traer una gran motobomba que nunca llegó o amputarle las piernas cosa que se descartó al carecer de medios quirúrgicos.

La televisión retransmitió la lenta agonía de la niña y el fotógrafo Frank Fournier, de la agencia Contact Press Images, hizo una foto de Omayra poco antes de morir, cuando solo su cabeza asomaba del fango. Esta foto se publicó meses después de que la niña falleciera apareciendo en todos los medios de prensa del planeta y poniendo en entredicho la capacidad del Gobierno Colombiano y su posible indiferencia hacia las víctimas de aquel desastre.

Ese mismo año, 1985, Frank Fournier fue galardonado con el premio World Press Photo por aquella fotografía.

La tercera imagen que me viene al recuerdo es la que tomó en 1993 el fotógrafo sudafricano Kevin Carter en una aldea de Sudán.

En ella se ve a una niña esquelética que agotada y debilitada por la inanición se mantiene en cuclillas, doblada sobre si misma y a punto de ser vencida por la muerte. A sus espaldas y a pocos metros de ella, posado sobre el suelo, un oscuro buitre acecha esperando ese momento.

Al parecer, Kevin Carter esperó largo tiempo sin prestar ayudar a la niña con el fin de capturar el momento en que el buitre desplegara sus alas.

La fotografía produjo una honda impresión en todo el mundo y Kevin Carter fue objeto de duras críticas por haber antepuesto el deseo de obtener una fotografía impactante al de prestar socorro a la debilitada niña, críticas a las que el fotógrafo respondió en un principio alegando que después de tomada la instantánea, la niña reinició su camino hacia la cercana choza de sus padres provocando la huída del buitre.

Kevin Carter ganó el premio Pullitzer de fotografía en 1994 y en la entrega del premio por esta fotografía comentó lo siguiente: “Es la foto más importante de mi carrera pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla, la odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la niña”.

No se sabe si influido por las críticas que recibió por su actitud, Kevin Carter se quito la vida un par de meses después de recibir el premio conectando una manguera al tubo de escape de su furgoneta e inhalando el monóxido de carbono desprendido.

Curiosamente, la primera y la tercera de estas tres fotografías también fueron las más citadas por los tertulianos y por los radioyentes que llamaban al programa de Julia Otero, en especial la de Kevin Carter.

También fotos como la de la ejecución por medio de un tiro en la sien de un guerrillero del Vietcong a manos del Jefe de la Policía de Saigón, la del desconocido que se plantó delante de una fila de tanques durante la histórica revuelta de la Plaza de Tiananmen, la imagen del terrible hongo producido por la bomba atómica lanzada en 1945 en Hiroshima, la de las Torres Gemelas de Nueva York ardiendo poco antes de desplomarse el 11 de septiembre de 2001, la mítica instantanea del miliciano abatido tomada por Robert Capa en nuestra guerra civil, la de la agonía de Franco atravesado por innumerables tubos, etc, fueron tambien recordadas en ese programa poniendo de manifiesto que las fotos más crudas son las que más nos han dejado su huella para el recuerdo.

Es una pena que los premios Pullitzer y los World Press, se concedan año tras año a escenas que reflejan la hambruna de los seres más desvalidos del planeta, los horrores de las guerras, las enfermedades, los terremotos y los tsunamis.

Sería una maravilla que la respuesta de nuestra memoria a la foto más impactante hubiera sido a esa de Marilyn Monroe con su falda levantada debido al aire que sale de un respiradero del suelo, o a la plasmada por el fotografo Weegee en 1945 en Coney Island en la que cientos de bañistas sonrien y saludan al fotografo, o la de la vertiginosa imagen tomada por Charles C. Ebbets de unos trabajadores almorzando sobre una viga suspendida del aire durante la construcción de un rascacielos en Manhattan allá por 1932….

Mi admiración a los Cartier-Bresson, Robert Capa, Charles Porter, Mary Moorman, Kevin Carter, Nick Ut y tantos otros que nos impresionaron con sus imágenes, muchas de ellas, de momentos que nunca debieron existir.

lunes, 23 de noviembre de 2009

La Particula Divina


El físico escocés Peter Ware Higgs formuló en los años 60 una revolucionaria teoría según la cual, las partículas no tenían masa cuando el universo comenzó, adquiriéndola una fracción de segundo después del "Bing Bang" y como resultado de la interactuación con un campo teórico que se ha denominado actualmente como el "campo de Higgs".

Higgs postuló que este campo penetra en el espacio, dando a todas las partículas subatómicas que interactúan con él, su masa. Según su teoría, el origen de la masa de las particulas elementales se debe a la existencia de una nueva partícula un “cuanto” (cantidad más pequeña de energía que la materia puede emitir o absorber) de uno de los componentes del "campo de Higgs" y que se ha denominado el “boson” ( tipo básico de partícula elemental dentro de la física cuántica ) de Higgs.

La partícula o “boson de Higgs” sería la responsable del valor de la masa del universo y por tal motivo, los científicos la han denominado la “Partícula Divina” tomando el nombre del título de un libro que escribió el físico Leon Lederman, Premio Nobel de Física en 1988 por sus trabajos sobre los neutrinos.

El "campo de Higgs", el modelo estándar de la física de partículas y como se generó el universo, dependen de que se pueda hacer realidad la teoría y se pueda demostrar la existencia de la "Partícula Divina". Eso es lo que se pretende con el proyecto del Gran Colisionador de Hadrones o LHC (Large Hadron Collider) que se ha construido a lo largo de 24 kilómetros de túnel bajo la frontera francosuiza y en el que se pretende experimentar, provocando colisiones de partículas entre sí a casi la velocidad de la luz, con el fin de conocer más sobre la creación del universo.

Este gigantesco acelerador de partículas, la máquina más grande del mundo jamás construida, ha sido noticia estos días por su reciente puesta en servicio después de que un fallo en septiembre de 2008 aplazase el experimento en el que se lleva trabajando cincuenta años y cuyo coste se estima en más de 7.000 millones de euros.

El LHC ha sido objeto de una demanda por parte de unos científicos, de los que no se sabe si lo que buscan es notoriedad, en la que argumentan que el colisionador, al hacer chocar protones entre si, generará un agujero negro que podría devorar no solo a la tierra, sino tal vez al universo entero.

Los científicos del Laboratorio Europeo de física Nuclear (CERN) que trabajan en el experimento han indicado que dicha demanda es absurda y que no puede ocurrir absolutamente nada. No obstante, el Grupo de Evaluación de Seguridad del CERN ha iniciado un nuevo estudio para confirmar la seguridad del proyecto, lo cual, es evidente que a los profanos en la materia, nos puede conducir a la intranquilidad ya que, si van a realizar dicho estudio, se podría pensar que existe la posibilidad por muy remota y abstracta que esta sea.

En cualquier caso el experimento es apasionante y puede revelar el secreto acerca de que es la materia oscura, esa materia que se sabe que existe pero que no se conoce ni se ve y que forma parte del 95% de la masa del universo.

Ya los filósofos griegos hace 2.000 años se preguntaban de que estaba hecha la materia.

El experimento se podría decir que es un intento de aproximación al Dios de la Creación y un intento de averiguar que pasó una billonésima de segundo después de la Gran Explosión. Es la búsqueda de la respuesta a la eterna pregunta: ¿que somos y de donde venimos?

Es muy posible que el experimento tenga el éxito que se espera y se puedan conocer muchas interrogantes a partir de los próximos meses pero, lo que no nos aclarará nunca el descubrimiento de la posible Partícula Divina es "Quién" la colocó allí una billonésima de segundo antes de la Gran Explosión. Antes del "Bing Bang".

domingo, 8 de noviembre de 2009

Los hombres de gris

“Eran unos hombres vestidos con trajes de un color gris telaraña. Incluso sus caras parecían ser de ceniza gris. Llevaban bombines y fumaban pequeños puros grises. Cada uno llevaba siempre un maletín gris plomo”.

Este fragmento extraido de “Momo”, el cuento que escribió Michel Ende, describe el aspecto que tenían los hombres grises a los que se enfrentará Momo, una pequeña y misteriosa niña que vive sola en unas antiguas ruinas de una ciudad cualquiera, y a la que todos los ciudadanos conocen y quieren y con la que los niños disfrutan participando en los fabulosos juegos que inventa.

Los hombres grises del cuento son compradores del tiempo. En sus maletines llevan los contratos en los que ofrecen un interés pagadero en tiempo sobre el tiempo que ahorren los seres que suscriban los engañosos contratos que ofrecen y que les proporcionarán a ellos las flores horarias de cada uno de los engañados y con cuyos pétalos, congelados y secos, fabricarán los grises puros que necesitan para vivir.

Los compradores del tiempo conseguirán convencer a sus presas de la necesidad de ahorrar el máximo tiempo en una ocupación productiva, tiempo del que ellos se apropiarán convirtiendo la tranquila y feliz ciudad en un mundo triste y aburrido.

Hasta el barbero decidirá invertir en tiempo después de que el hombre gris le haya indicado que se gasta la vida entre el chasquido de las tijeras, el parloteo y la espuma de jabón y que lo que necesita es ahorrar tiempo para vivir de verdad y que, de los dos mil doscientos siete millones quinientos veinte mil segundos en que se estimaba la duración de su vida, ya ha perdido la mitad en dormir, comer, cuidar a su periquito, charlar con su madre y sus amigos y en mirar por la ventana. Decidirá ahorrar el tiempo que pierde no sin antes preguntar tímidamente al hombre de gris:

“—Está bien. Pero, ¿qué haré con el tiempo que me sobre? ¿Tengo que depositarlo? ¿Dónde? ¿O tengo que guardarlo? ¿Cómo funciona todo eso?

—No se preocupe —le dirá el hombre gris—. De eso nos ocupamos nosotros. Puede estar usted seguro de que no se perderá nada del tiempo que usted ahorre. Ya se dará cuenta de que no le sobra nada.”

El cuento, muy complicado y filosófico para una mente infantil aunque uno de los personajes sea una tortuga que habla a través de su caparazón luminoso en el que aparecen las instrucciones que indican a Momo los pasos a seguir en determinadas situaciones , es una magnifica metáfora sobre la desaparición del tiempo libre del ser humano atrapado por la mente explotadora de la maquinaria que se aprovecha de la sociedad consumista, la cual a su vez, fomenta la necesidad de tener más a costa de tener menos.

A medida que envejezco y pienso que el tiempo que me queda es menor, calculo el que he entregado a los distintos hombres grises de los que he dependido y me doy cuenta que esos ahorros de tiempo ya nadie me los reintegrará. Igual que el barbero, me doy cuenta de que no me sobra nada.

¿Quién me devolverá el tiempo que debía haber empleado en amar, en jugar con mis hijos, en conocer a otros seres, en visitar otros lugares, en aprender las artes de la música y de la pintura, en leer, en escribir……..?

A lo largo de nuestras vidas, los hombres grises capturan los pétalos de nuestras flores horarias y con ellas fabrican sus grises puros convirtiendo en humo las horas que deberíamos haber dedicado a nosotros y a los nuestros.

Desde el principio sabemos que los hombres grises nos engañan pero es difícil decirles que no; que no queremos invertir en su tiempo; que sabemos que solo buscan vivir a nuestra costa.

Es difícil. A veces hay que procurar convertirse en una Momo e impedirles fumar, aunque solo sea durante un rato, para poder percibir el valor de nuestro tiempo.

martes, 27 de octubre de 2009

John McTiernan - René Magritte

El otro día repusieron en la tele la pelicula “El caso de Thomas Crown” en su versión moderna, la del director John McTiernan y que es un remake de la primitiva estrenada en 1964, dirigida por Norman Jewison y en la que los principales actores eran Steve McQueen y Faye Dunaway.

En esta última versión, que es la única que he visto y por cierto, innumerables veces, el tal Thomas Crown (interpretado por Pierce Brosnan) es un multimillonario y distinguido individuo que con la idea de divertirse y demostrar su capacidad como triunfador planea el robo de un Monet del Museo Metropolitano de Nueva York lo cual consigue. Posteriormente se cruzará en su camino una bella detective (René Russo) que trabaja para la agencia de seguros del museo y que en su investigación empezará a sospechar de él convirtiéndose la película en un juego de escaramuzas y seducción por ambas partes.

En esta película, cada vez que la veo, hay un detalle que siempre me resulta interesante y es el juego que John Mc Tiernan recrea en base al famoso cuadro del pintor surrealista René Magritte titulado “El hijo del hombre” también conocido popularmente como “El hombre del bombin”.

En este cuadro, Magritte pinta a un hombre que dicen, es su autorretrato, tocado con un bombín y una corbata roja y al que una verde manzana le oculta el rostro dejando al descubierto un ojo que parece observarnos. El hombre está delante de un muro a cuyas espaldas se adivina el mar y extrañamente, su brazo izquierdo da la impresión de que estuviera retratado desde un observador situado detrás pues se nota la prominencia del codo marcada en la manga de su chaqueta.

Es un cuadro misterioso, como toda la pintura de los surrealistas, de los que nunca sabemos realmente que nos quieren decir dejándonos el campo abierto para que elaboremos nuestras propias conjeturas.

Magritte tituló su cuadro como “El Hijo del hombre” y por tal motivo, se ha formulado por los analistas la teoría de una simbología con Adán por aquello del hijo del Hombre y la manzana que en este caso representaría la tentación del hombre moderno.

A Magritte, que pintó este cuadro en 1964 tres años antes de su muerte, se le preguntó por el significado de su cuadro y el contestó: "La manzana oculta lo visible pero oculta el rostro de la persona. Detrás de todo lo que vemos se esconde otra cosa pero siempre queremos ver lo que está oculto por lo que vemos. Hay un interés en lo que está oculto y lo visible, que no se nos muestra. Este interés puede provocar un sentimiento muy intenso, una especie de conflicto, se podría decir, entre lo visible, lo oculto y lo visible que está presente".

Se podría decir que Magritte ha retratado el interés que todos tenemos por saber lo que hay detrás de cada uno de los seres que vemos y el conflicto que nos genera no saber la verdadera identidad del que nos mira y nos conoce y del que nosotros no sabemos nada y del que intentamos imaginarnos como es y cuales pueden ser sus modos y sus intenciones. No hay nada que preocupe más al ser humano y que le produzca más sentimiento de inferioridad que enfrentarse a lo desconocido. El no poder ver completamente al hombre que estás viendo y con el que te has de batir. Lo que ves, a veces oculta lo que realmente querrías ver.

Con respecto a John McTiernan, no sé cual es el mensaje que intentó transmitir con la repetida aparición de este cuadro a lo largo de la pelicula. Lo muestra en la visita que hacen la investigadora y Crown al museo. Aparece otra vez cuando ella insinúa que el cuadro robado está debajo del Magritte. En la habitación desde donde la policía sigue la entrada del ladrón en el museo hay también colgada una reproducción del cuadro.

El final de la película cuando Thomas Crown, disfrazado como el hombre del cuadro, con bombín y corbata roja, devuelve el cuadro en el museo creando la confusión entre los policías que le esperan mientras van apareciendo numerosos individuos vestidos igual que él y que portan maletines idénticos de los que al abrirse aparecen fotocopias del cuadro de “El hijo del hombre” es espectacular. La voz de Nina Simone como fondo de la escena con la canción “Sinnerman” le da un ritmo trepidante a la acción.

A lo mejor John McTiernan en su cinta ha querido hacer un símil entre lo que vemos y lo que nos oculta aquello que estamos viendo. Tal vez, no ha querido representar ningún significado ni idea y simplemente, le gustó la imagen del hombre del cuadro para el personaje de su película.

Un detalle a mencionar es que, este cuadro pertenece a una colección particular y no está colgado en la pared de ningún museo y mucho menos en el Metropolitan Museum de Nueva York donde se desarrolla la acción y que tampoco fue rodada allí sino en la Biblioteca Nacional pues no se le dió permiso para rodar los interiores en dicho museo.

En cualquier caso, la película engancha, la vuelves a ver entera siempre que la reponen y sobre todo, sirve para recordar a un gran genio como Magritte.

domingo, 18 de octubre de 2009

Utopía y distopía



Utopía se llama la isla que creó la imaginación del humanista inglés Thomas More en una de sus obras en la que describe una sociedad formada por los utópicos, seres que viven felizmente en un sistema en el que todo es de todos y en el que nadie pasa privaciones, donde todo el mundo respeta la opinión de los demás pero en el que se sigue un orden impuesto y se respetan las leyes dictadas por un sistema de gobierno.

Utopía deberá el nombre a su conquistador el Rey Utopo, el cual, posteriormente a la conquista, ha transformado la topografía de la isla, abriendo un canal para crear un mar interior en el que, al estar rodeado de tierra, no existe el oleaje lo cual permite navegar por él y comunicarse con las cincuenta y cuatro ciudades que existen en la isla y cuya capital llamada Amaurota se sitúa en el centro de la misma.

El Rey Utopo, es también el responsable de haber convertido a las gentes bárbaras e ignorantes que la habitaban antiguamente en un pueblo trabajador, humanitario y noble ejemplo para todas las sociedades del mundo.

La obra, premonitoria del pensamiento socialista - fue escrita en el año 1516 - relata la organización y la forma de vida de las gentes que pueblan Utopía. El trabajo se desarrolla en aldeas por grupos de personas procedentes de las ciudades y que se dedican a la agricultura y a la cría de animales abasteciendo así de alimentos a la isla. Estos grupos viven en casas comunales gobernadas por un padre y una madre de familia con experiencia y edad avanzada y una vez pasada una temporada en la aldea y aprendido el oficio de la agricultura, regresan a la ciudad siendo sustituidos por un nuevo grupo al que previamente enseñarán lo aprendido. De esta forma, nadie ejerce durante largo tiempo un trabajo penoso como el de la agricultura, y se consigue que nunca falte gente que trabaje la tierra y proporcione el alimento que abastecerá a todos los habitantes de la isla.

En Utopía nadie cobra por trabajar pero nadie paga por comer ni por ninguna otra necesidad.

De Thomas More nos ha quedado su obra y la palabra utopía que derivada del griego significa: “lugar que no existe” y que figura en el diccionario de la RAE como: “Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación”.

También de un inglés, del filósofo y economista John Stuart Mill, parece que procede el antónimo de la palabra utopía y que él denominará distopía en un discurso pronunciado en el parlamento británico en 1868 y que ha llegado hasta nuestros días y con la que definiría una sociedad opuesta a la de Utopía, una sociedad opresiva, agobiante y pesimista, la de un mundo asociado con la idea del totalitarismo.

La distopía es la otra cara de la utopía. Mientras que ésta representa la previsión de un futuro mejor, aquélla lo es de uno peor. La distopía es una utopía negativa, la antiutopía, donde la realidad transcurre en términos antitéticos a los de una sociedad ideal.

La literatura y el cine han acumulado un gran número de titulos en los que la sociedad distópica da lugar al argumento de la obra.

“Un mundo feliz”, “Los que vivimos”, “1984”, “Fahrenheit 451”, “La naranja mecánica”, “El planeta de los simios”, “Rollerboll”, “Mad Max", “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Blade Runner)”, “Terminator”, “Soy leyenda”, y otras muchas, forman parte de la larga colección de obras que han tratado el tema y han profetizado unos mundos futuros casi apocalípticos en los que a veces la supervivencia es prácticamente el pensamiento único.

La Gran Crisis económica que nuestro país atraviesa en estos últimos tiempos no ha necesitado del cine ni de la literatura para poner de manifiesto ese posible mundo apocalíptico, el mundo distópico que se cierne sobre nosotros.

Vivíamos en un mundo utópico, en un mundo casi feliz en el que el trabajo estaba asegurado, la sanidad y nuestras pensiones del futuro también. Utópicamente los seres ponían en marcha proyectos casi irrealizables. Se compraban casas, coches de alta gama y segundas residencias para los fines de semana que superaban en mucho el poder adquisitivo de los compradores. Los Bancos prestaban dineros utópicos, a proyectos utópicos y la maquinaria funcionaba silenciosamente engañándonos a todos.

Casi dos millones de inmigrantes llegaron de otras tierras movidos por la gran utopía, la del mundo donde había trabajo para todos, donde era posible dar alimento y hogar a los suyos, donde se podía emprender un proyecto de futuro. Muchos perdieron la vida en el camino cruzando desiertos o atravesando mares en pequeñas embarcaciones que les llevaban a ese mundo ideal.

Ahora, el individuo de la sociedad distópica que se va generando por la Gran Crisis que no cesa, se atrinchera en las casas que compró y que sabe que no podrá pagar. No abre el casillero donde se acumulan las demandas y las reclamaciones judiciales. No sabe si mañana su empresa habrá cerrado las puertas o si será el nominado a dejar su puesto. Muchos de los inmigrantes que llegaron se disponen a cruzar nuevos desiertos y también muchos de los nuestros se preparan para acompañarles.

“Mad Max” es posible y también “La naranja mecánica”.

¿Dónde compraremos las armas para defendernos?

jueves, 15 de octubre de 2009

Las corrupciones



Jesús Torbado construyó su libro “Las Corrupciones” - premio Alfaguara en el 65 - sobre la teoría de que tres son los conceptos que primero se corrompen en el ser humano: la fe en Dios, la fe en los hombres y la fe en uno mismo.

Me acuerdo que este libro, escrito en Paris por un joven de 22 años, fue casi un libro de cabecera para los de mi generación, para aquella juventud idealista y a veces existencialista que leía a Marx, a Sartre, a Camus, a Faulkner y a Kafka y pasaba las tardes de los domingos en los cine-clubs de los Colegios Mayores viendo complicadas películas, algunas en versión original, de directores como Buñuel, Bergman, Visconti, Truffaut o Chabrol y que obligaban a exprimirse el intelecto para luego, al término de la proyección, poder exponer una parrafada brillante en los coloquios que seguían a la misma.

Todo estaba cambiando en aquellos años y sin embargo, parecía que nada cambiaba. Existía algo parecido al gatopardismo, la teoría del autor de “El gatopardo”, Tomasi di Lampedusa, cuando escribía que: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie", solo que nosotros percibíamos que la realidad existente era: "cambiemos algo para que nada cambie".

“Las Corrupciones” fue un libro que indicaba el cambio; el cambio que todos estábamos experimentando aunque no nos apercibiéramos de ello. Muchos de nuestros esquemas o creencias se estaban mutando y formábamos una generación que transmitía de unos a otros, en plan “Fahrenheit 451”, los modelos y los ideales para cambiar el mundo que nos rodeaba pero también, las decepciones que íbamos sufriendo durante el camino.

Evidentemente lo primero que se nos había corrompido era la fe en Dios, porque a Él no lo necesitábamos ya para iniciar nuestro nuevo modelo de vida; al contrario, era un freno para nuestro desarrollo del subconsciente.

La fe en los hombres, en algunos hombres, fue nuestro motor, el motor que impulsaría unos años después los grandes movimientos estudiantiles que agitarían las grandes ciudades de Europa (Paris, Praga, etc). En esos primeros momentos solo se nos había corrompido la fe en los hombres que marcaban los destinos políticos de nuestros países y la fe en nuestros padres. Con los años, la fe en los nuevos hombres elegidos se corrompió a la misma velocidad que se fueron corrompiendo estos.

La fe en nosotros mismos, la necesitábamos para continuar avanzando sobre el modelo de vida proyectado y para apoyar a los hombres que cambiarían el mundo. Con el tiempo descubrimos que nuestras posibilidades eran limitadas, unas veces por nosotros mismos y otras por los escollos colocados por los elegidos. La corrupción de la fe en nosotros mismos dio lugar al conocimiento de nuestro yo y a la búsqueda de nuestro rincón en el mundo en el que organizar el tiempo futuro de vivir.

Después, a lo largo de la vida, hemos ido perdiendo la fe en muchas más ideas aparte de las citadas. Desgraciadamente, la corrupción es una constante que asoma su desagradable rostro en todas las actividades del hombre.

Se corrompe el amor cuando falta el deseo o el dinero. Se corrompe el proyecto ambicioso por culpa del precio de la “mordida”. Se corrompe la ayuda solidaria por la ambición del intermediario corrupto. Se corrompen los políticos, sean de la ideología que sean, cuando el dinero llama a su puerta.

Ahora que tanto se habla de corrupción y nos desayunamos y nos acostamos con la palabra metida en el coco, la sociedad necesita un vendaval que se lleve por los aires, igual que a las hojas secas, a todos los mentirosos, chorizos, oportunistas y trapicheros que nos corrompen el alma. Que se los lleve el viento.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Bugattis


Cuando miro esta foto en la que se ve a mi abuela materna al volante de un automóvil deportivo, por cierto, no sé de qué marca ni propiedad de quién, no puedo evita evocar a dos mujeres cuya imagen siempre asocio con aquellos coches deportivos de los años veinte.

Estas dos mujeres son Tamara de Lempicka e Isadora Duncan.

Aunque de diferentes edades y nacionalidades, - Tamara nace en Varsovia en 1898 e Isadora Duncan en San Francisco en 1878 – ambas llegaron a ser unas adelantadas a su época y ambas llevaron unas agitadas vidas en las que no escasearon los escándalos y la fatalidad y en las que existirá siempre un denominador común que es el arte, el arte de la pintura representado por Tamara y el de la danza por Isadora.

Tamara de Lempicka, nace en el seno de una familia relativamente burguesa que pasaba grandes temporadas entre San Petersburgo y Montecarlo y cuya forma de vida la acostumbrará a convivir dentro de una aristocracia decadente y cosmopolita, a viajar por toda Europa , a hablar diversas lenguas y también a divertirse.

De joven asiste a la escuela de Lausana en Suiza, vive con su abuela en Italia y a raiz del divorcio de sus padres se marcha a vivir con su tía en St. Petersburgo.

En Varsovia conoce a Tadeusz de Limpicki con el que se casa y del que toma el apellido. Con la caida del zarismo este es arrestado por los bolcheviques y Tamara logra que Tadeusz sea puesto en libertad gracias al cónsul de Suecia, que, a cambio de sus gestiones, la obligará a acostarse con él.

Después de rescatar a su esposo, el matrimonio sale de Rusia y se establece en Copenhague donde Tamara llega a tener , con solo 23 años, numerosos amantes que su marido aceptará resignadamente. En 1918 se traslada con él a París y los apuros económicos la fuerzan a desarrollar los conocimientos pictóricos que ella ya había adquirido previamente llegando a convertirse en una precursora de la pintura Art Decó y deslumbrando a la aristocracia con la deliberada sensualidad de sus pinturas.

La cotización de la obra de Tamara aumenta tras la celebración de la exposición de París, en 1925, y desde ese momento, la pintora se relacionará con lo más selecto de la burguesía. Esto la permitirá acceder al mundo que siempre le había atraído, el del lujo, el acceso a la alta sociedad, y también a las drogas y a las orgías con ambos sexos.

Tamara se define en su pintura como un ser bisexual impregnando de erotismo su pintura a la que se entrega después de sus noches de placer y en la que reflejará todas sus vivencias.

En 1929, pinta su emblemática obra “Auto-Retrato” (Tamara en el Bugatti Verde) para la portada de la revista de moda alemana Die Dame en la que logra transmitir la imagen de frialdad que acompaña a su belleza.

Su nuevo casamiento con el millonario Kuffner la convierte en baronesa. La aparición incipiente del nazismo en Europa la impulsa a marchar a Estados Unidos y establecerse allí tras vender el barón sus propiedades en Europa.

Tamara intenta seguir en Estados Unidos la vida que tuvo en Europa,. En Nueva York, Tamara y el barón vivirán primero en el hotel Waldorf-Astoria y, después, en un lujoso apartamento en la 57. A sus fiestas asisten personajes importantes de la época como Mary Pickford, Charles Boyer, Greta Garbo, Orson Welles, Tyrone Power, Rita Hayworth o el barón Rothschild.

A partir de la década de los treinta su fama como pintora decae y después de la muerte de su esposo, decide abandonar el gran lujo y marcha a vivir con su hija Kizzete a Cuernavaca (México), donde seguirá pintando y frecuentando los altos círculos sociales hasta el fin de sus días en 1980.

Quiso ser cremada y que sus cenizas se esparcieran sobre el volcán Popocatepetl. Su íntimo amigo, el joven escultor Víctor Contreras y su hija, fueron los encargados de cumplir sus deseos.

La otra mujer que traigo a este relato, Isadora Duncan, y cuyo nombre real era el de Ángela es una niña cuando abandona la escuela con 10 años para dedicarse a la danza influida especialmente por su madre. A los 17 marcha a Nueva York, donde se incorporará a la compañía del dramaturgo Augustin Daly que le ofrecerá la oportunidad de presentarse en varios escenarios.

En 1897 se va a Inglaterra para estudiar los movimientos de la danza griega, y basándose en esta investigación organiza un espectáculo que presentará en Londres y en varias ciudades europeas con gran éxito

En 1902 compra cerca de Atenas la colina de Cópanos para establecer un templo de la danza, proyecto que no llegará a terminar por cuestiones económicas. Obligada a regresar a Europa occidental por falta de fondos, abre una escuela de ballet cerca de Berlín y crea posteriormente escuelas en Francia, Alemania y Rusia, sentando las bases de una danza que se alejaba de lo clásico, oponiéndose a las técnicas de enseñanza tradicional, y convirtiéndose en la precursora de la danza moderna. Sus gestos estatuarios, el rítmo y sus túnicas cubriendo apenas su desnudez, evocaban las danzas de la antigua Grecia.

Con respecto a su vida personal, Isadora paseará entre el cielo y el infierno desde el momento en que empieza a ser una personalidad relevante en el mundo que le rodea.

En todos los lugares tendrá amigos pintores, poetas e intelectuales y estará rodeada de admiradores que desearán conocerla. Fascinante, bellísima y apasionada, ejercerá un poder de seducción irresistible entre cuantos la rodean.

Bisexual, al igual que Tamara de Lempicka, llegará a tener numerosos amantes de ambos sexos y tres hijos producto de relaciones algo más duraderas con distintos hombres, uno de ellos, el millonario Paris Singer, el heredero del imperio de las máquinas de coser Singer.

Muchos nombres masculinos serán asociados con el de Isadora, y pronto nacerá la leyenda de un maleficio que parece emanar de su persona y abatirse sobre todos los seres a los que va entregando su amor.

Uno de sus amantes muere de unas fiebres malignas y su último gran amor con el que había tenido a su ultimo hijo se suicida producto de una fuerte depresión.

Dos de sus hijos, Patrick de tres años y Deirdre de cinco, mueren ahogados, junto a su niñera, tras sufrir un accidente de coche y caer este al río Sena.

La depresión, la adicción al alcohol y los excesos sexuales se ceban en Isadora, quien permanece alejada de los escenarios durante largo tiempo durante el cual llega a intentar quitarse la vida en varias ocasiones.

En 1925 Isadora se traslada a Niza y reinicia su carrera artística mientras se dedica a escribir su libro "El arte de la danza", en el que intenta ofrecer un compendio de sus enseñanzas, y que más adelante será considerado una obra clásica del género.

Se encontraba absorbida por esta tarea cuando, el 14 de septiembre de 1927, sale a dar un paseo en el Bugatti de su al parecer último y joven amante, un guapo mecánico italiano llamado Benoit Falchetto y al que ella apodaba "Bugatti". Cuando el automóvil recorría veloz la Promenade des Anglais, el largo chal que llevaba colocado en su cuello y que ondeaba al viento, se enreda en los radios de una de las ruedas posteriores del automóvil e Isadora Duncan muere fatalmente estrangulada por su propio chal.


Su cuerpo está enterrado en el cementerio Pére Lachaise de París

Dos mujeres, dos artistas, dos vidas singulares a las que, inevitablemente, siempre asocio con la imagen de esos antiguos y deportivos Bugattis.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Nosotros los guapos



Hay una cosa que me jode terriblemente a medida que envejezco y es comprobar lo bien que se conservan los feos y lo estropeados que en poco tiempo nos vamos quedando los guapos.

Por ejemplo.

Yo tenía un jefe con el que me relacionaba de tiempo en tiempo por motivos de trabajo. Este personaje era el tío más callo que pueda parir una madre. Bueno yo creo que como dice el dicho popular: a él no lo parió su madre sino que lo cagó.

Mide aproximadamente 1,60 metros y de pies, con los dedos de la mano puede tocar el suelo sin inclinarse. Yo, cada vez que lo veía, no podía evitar mirarlo de arriba abajo, lo cual, era harto embarazoso para ambos sobre todo, si coincidíamos en los mingitorios de la oficina. Nunca se la miré pero creo que eso también lo debe tener pequeño.

Hasta hace tres o cuatro años y desde que en su infancia le crecieron los dientes definitivos, nunca había podido comer sopa en sociedad, ya que, no podía cerrar la boca debido a la posición casi horizontal de sus incisivos superiores por lo que, los fideos, resbalaban por las comisuras de la boca si el sistema de aspiración fallaba.

Calvo casi desde su nacimiento, usaba unas gafas de culo de botella para poder compensar las cerca de 10 dioptrías de sus ojos de rata.

El tío no se debió comer una rosca en su juventud hasta que encontró el tiesto ese que dicen que nunca falta para una mierda y con el que se casó posteriormente.

Como ya digo, jamás he conocido un tío más feo y más defectuoso y que conste que no es por hablar mal de mi antiguo jefe.

Pues bien, hace dos o tres años, al hombre se le empezaron a remover sus monstruosas palas dentales superiores y ante la posibilidad de quedarse desdentado, se había sometido a unas operaciones de implantes y le han dejado la boca tipo sonrisa Profiden. Ahora, por lo que pude observar, siempre pide sopa de fideos aunque sea en pleno verano para demostrar lo bien que los come.

También y aprovechando los avances de la cirugía láser, se ha operado hace poco de la miopía, ha tirado las gafas a la basura y ahora sus ojos de rata lucen con un brillo casi juvenil. De momento no se ha realizado ningún implante de pelo y aunque lo de el 1,60 de estatura no tiene remedio, ha adelgazado bastante y viste de moderno así que, cuando coincidimos la última vez, pensé para mí: – ¡joder, este cabrón está mejor que hace veinte años!

Encima, como tenía piel de foca, el tío no tiene una sola arruga, le ha dado por hacer footing y aunque me imagino que necesitará Viagra, me han comentado que se ha liado con una antigua y gorda secretaria que trabajaba en la empresa y a la que saca cerca de veinte años.

Yo, contra más lo pienso, más me reafirmo en mi creencia de que los feos mejoran enormemente con los años mientras que los guapos nos estropeamos irremediablemente y siempre tenemos la impresión de estar escuchando la típica frase de: -que estropeado está, con lo guapo que era, que bajón ha pegado - puesta en boca de mujeres que siempre estuvieron subliminalmente enamoradas de nosotros.

El famoso psicoanalista y psiquiatra francés Jacques Lacan, considerado uno de los analistas más influyentes después de Sigmund Freud, en su conocida teoria de la fase del espejo dice que, la percepción que cada ser humano tiene de sí, es congruente con la noción de su ego y esta imagen de sí, esta noción de su apariencia corporal completa así como de su personalidad, se logra a temprana edad y a este momento de percepción le llama la fase del espejo.

Los guapos no sé si atravesamos la fase o estadío del espejo en fase más temprana que los feos, pero yo creo que sí tenemos pronto la percepción de que lo somos y por tanto, me imagino que debemos experimentar un aumento de nuestro ego lacasiano mayor que el que pueda experimentar el típico bebé feo al que sus papas y abuelitos le llaman guapo por pura compasión.

Por eso, en la fase del espejo correspondiente a la vejez, aunque Jacques Lacan no creo que hablase nada de ella, los guapos tenemos el ego jodido cada vez que nos miramos al espejo y todas las noches, nos aplicamos con preocupación la nueva crema Q10 antiarrugas y nos colocamos con cuidado los cuatro pelos que nos van quedando..

lunes, 31 de agosto de 2009

La casa de "Psicosis"


La imagen corresponde a uno de los famosos cuadros del pintor neoyorkino Edward Hopper.

El cuadro titulado “House by the railroad” está colgado en el MOMA de Nueva York y tuve la ocasión de admirarlo la última vez que estuve en esta ciudad.

La obra de Hooper siempre me ha fascinado. Sus cuadros muestran preferentemente paisajes vacíos o ambientes urbanos intimistas en los que el individuo se percibe rodeado por un mundo de soledad. Sin embargo, la fuerza de la luz que ilumina siempre esa soledad es la que genera la impresión que percibe el espectador.

Cuando ví este cuadro por primera vez en un libro dedicado a la obra de Hopper, me vino a la cabeza el siniestro hotel de la película “Psicosis”, el famoso “Bates Motel” en el que, Norman Bates, el dueño del hotel encarnado por Anthony Perkins, cometía sus psicóticos crímenes bajo la supuesta influencia de su vieja madre.

Siempre que miraba este cuadro pensaba: ¿donde estará esta mansión victoriana que retrató Hooper en 1925, situada al lado de unas vías de tren y que parece circular sobre ellas?, ¿se inspiraría Hitcochk en esta pintura para diseñar el hotel de su película?

La primera interrogante no la he podido resolver por ahora. Tal vez, algún día, un despistado y viajado internauta husmee en mi blog y sepa darme la contestación, cosa que me agradaría.

Con respecto a la segunda interrogante y de acuerdo con un artículo que ayer leía sobre la famosa película, no parece que la pintura de Hopper influyese en Hitchcock o en los realizadores que para él trabajaron en el diseño del "Bates Motel".

Todos los parques temáticos que la Disney ha abierto por el mundo, tienen alguna “Haunted Manor” – Casa Embrujada o Casa del Terror- en la que dentro de una casa con aspecto tétrico y siniestro, una serie de actores se dedican a putear y pegar sustos morrocotudos a todo aquel que paga por sufrir de miedo.

Cuando Walt Disney decidió abrir su primer parque temático, allá por la década de los 50, en California, estuvo buscando una casa prototipo para su “Haunted Manor” y sus diseñadores, le prepararon varios esquemas de casas del horror. El, personalmente, se enteró de una, la “Winchester Mystery House”, una conocida mansión de San José, California que había estado en construcción 38 años y que había sido residencia personal de Sarah Winchester, la viuda del fabricante de los famosos Winchester, William Wirt Winchester, y que en ese momento era una atracción turística

Según la leyenda popular, Winchester pensaba que la casa estaba dominada por el fantasma de las personas asesinadas por los rifles Winchester, y que sólo las continuas ampliaciónes los mantendría en calma. La construcción duró desde 1884 hasta su muerte en 1922 sin ningún proyecto previo ni plan constructivo. Mansión gigantesca, en ella abundan las escaleras que no llevan a ninguna parte y largos pasillos que atraviesan gigantescas habitaciones llenas de puertas.

En base a esta casa, se realizaron una serie de diseños que Walt Disney archivó sin llegar a plasmarlos en su “Haunted Manor” del Parque Temático de California.

Parece que Hitchcock, antes de iniciar el rodaje de “Psicosis”, le relató a Walt Disney su proyecto y este le mostró los diseños de la “Haunted Manor” que tenía archivados y a Hitchcock le encantaron, basando el diseño del “Bates Motel” en ellos y estrenando su película en 1960.

Cuando en 1992 la Dysney montó su Parque Temático en Francia, el Eurodisney de Paris, montó una “Haunted Manor” de acuerdo a los primitivos diseños que tenía en sus archivos lo que provocó las iras de los dueños de los derechos de “Psicosis” los cuales demandaron a los Estudios Walt Dysney. Estos últimos acreditaron la antigüedad de sus primitivos diseños y ganaron el pleito como es lógico.

He buscado las imágenes de la “Winchester Mystery House” en Internet por si Hooper que era de la época se hubiera inspirado en ella pero esta mayestática edificación no tiene nada que ver con el misterioso aire de su pintura, y tampoco, al menos actualmente, con la que Hitchcock filmó en su película.

Esta última descansa en los Universal Estudios de Los Angeles como atracción para visitantes junto a otros recuerdos del cine tales como una gigantesca réplica de “King Kong” y otra de el tiburón de “Shark” (Tiburón).

Yo sigo mirando la imagen de ambas casas y siempre me viene a la cabeza la escena de la ducha en que la falsa madre del joven Bates asesina a la rubia que ha tenido la mala fortuna de parar en el único hotel en el que jamás debería haber parado.

miércoles, 26 de agosto de 2009

La memoria involuntaria



Releyendo el otro día uno de los primeros libros de Umbral, me detuve en una referencia que hace de Marcel Proust en la que relata que, según el famoso escritor francés, en el olfato reside la memoria involuntaria que es la que nos depara las más secretas sensaciones.

No sé si Proust escribió esta afirmación, así exactamente y con esta mismas palabras, pero la cita de Umbral creo que tiene su base en el conocido pasaje de Por el camino de Swann, la primera novela de las siete que componen la saga de En busca del tiempo perdido escritas por el novelista francés, y en la que el protagonista, al probar una magdalena mojada en una tila que su tía le ofrece, reconoce ese sabor y lo asocia con una serie de recuerdos de su niñez, la casa de sus padres, la plaza cercana a ella, las calles por las que caminaba,…..

No es exactamente el olfato el que despierta en este pasaje los recuerdos almacenados, sino el gusto o bien, ambos, porque en realidad, son los cinco sentidos los que extraen en ciertos momentos los archivos ocultos de nuestra memoria, cada vez más frecuentemente a medida que vamos envejeciendo.

Recuerdo haber leído algo de la saga de Proust con 19 o 20 años pero, también recuerdo que me resultó una literatura densa, vieja para mi juventud. Hoy, cuando me aproximo inexorablemente a la vejez, si vuelvo a releer a este escritor, seguramente estaré más cerca de su literatura y de sus teorías sobre la memoria involuntaria inspiradas, parece, por un célebre precursor de Freud, sobre todo porque mis recuerdos de una vida son grandes y se almacenan silenciosos, en los distintos lóbulos o hemisferios de mi cerebro.

Por ejemplo, según dicen los estudiosos del cerebro, los recuerdos visuales se archivan en el lóbulo occipital del cerebro, mientras que los auditivos se registran en el lóbulo temporal derecho y las estructuras cerebrales que procesan el gusto y el olfato son diferentes, funcional y anatómicamente, de las que procesan vista y oído. También parece que los recuerdos asociados a fuertes emociones están más profundamente grabados y que grabamos mejor las impresiones visuales que las olfativas y que estas nos resultan muy difíciles de describir pero nos evocan recuerdos de forma muy intensa y especialmente asociados a emociones de nuestra infancia, cuando el cerebro, sin que tu lo intuyas, está siendo sometido a un constante aprendizaje.

Es verdad que me resulta imposible describir con palabras como es el olor a tierra mojada o el de la leña ardiendo en la chimenea, o el de la carbonilla de los trenes a vapor en que he viajado, pero esos olores y el de cientos de ellos están en mis recuerdos tal vez desde la primera vez que percibí aquel olor y desde entonces, mi memoria involuntaria se dispara y los procesa y activa cada tarde de verano que la tormenta descarga en la lejanía o cuando paseo una fría mañana de invierno por las calles de un pueblo serrano.

Como niño nacido en la meseta, lejos del mar, tengo recuerdos de los veranos en que lo fui conociendo de la mano de mis padres. Me parecía infinito, peligroso y atractivo a la vez, heladas y cálidas sus aguas pero sobre todo, tengo grabado el recuerdo del olor a mar, del olor a salitre. Cada verano, cuando volvíamos al mar, la primera impresión era olfativa. ¡Ya huele a mar! - decíamos emocionados mi pequeña hermana y yo- cuando todavía nos faltaban unas decenas de kilómetros para verlo. También la humedad marina que se te adhería al brazo, asomado a la ventanilla del autocar, llamaba al recuerdo de iguales sensaciones.

Recuerdo voces que ya nunca jamás volverán a sonar, pero se han quedado ahí grabadas, como registros sonoros del pasado. Reconocería en cualquier momento la voz de mi padre o de mi madre, también la de mi abuela y la de muchas personas que quise y se fueron. También recuerdo como en la lejanía, el sonido de una radio y una canción a través del patio de vecindad y esa canción hoy me devuelve a mi pequeña habitación de la casa paterna y al igual que el protagonista de Proust, vuelvo a ver la mesa donde me sentaba a estudiar, y la estantería donde empezaban a nacer mis libros, y el plato con la merienda de pan y membrillo a medio terminar.

A veces veo a mi mujer, tomar un poco de membrillo de postre y me vienen al recuerdo aquellas meriendas, los sabores, los puestos del mercado cercano a nuestra casa, el tendero que cortaba cuidadosamente el dorado bloque de membrillo y mi madre a mi lado, muy alta y muy joven, y empiezo a desplegar círculos concéntricos que se abren como cuando lanzas una piedra al agua, y fuera del mercado están las calles por las que pasé tantas veces, y el colegio en el que aprendí lo poco que sé y mis amigos y mis primeros amores y pienso que estoy buscando el tiempo perdido, el tiempo pasado y ese no se puede encontrar.

Ese solo está en mi memoria involuntaria y aparece cuando ella quiere.

De forma involuntaria.

martes, 11 de agosto de 2009

El Hudson

Cuando estuvimos esta primavera mi mujer y yo en Nueva York, mientras contemplaba el Hudson desde el puerto deportivo que hay delante del Winter Garden, recordé el accidente que meses atrás, en enero de este año, había sufrido un Airbus 320 de la US Airways que transportaba 150 pasajeros a bordo.

Según relataron los noticiarios, el avión que acababa de despegar del JFK y se dirigía a Charlotte, Carolina del Norte, había chocado con una bandada de gansos provocando el fallo de una de las turbinas del avión. El piloto, Chesley Sullenberger, un veterano piloto de 57 años, comprendió que con el avión en ese estado, nunca volvería al aeropuerto y en una complicada maniobra, después de realizar un semicírculo, había enfilado el Hudson y acuatizado sobre el río sin que ninguno de los ocupantes del avión sufriera el más mínimo rasguño.

Desgraciadamente, el Hudson ha vuelto a ser nombrado el pasado día 7. Nueve personas han perecido al estrellarse una avioneta con un helicóptero de los que realizan vuelos turísticos sobre Manhattan y en el que volaban cinco turistas italianos, cayendo ambos aparatos al río a la altura de la calle 14.

Al oir la trágica noticia mi mujer y yo comentábamos con pesar el suceso y la mala leche que a veces tiene la vida.

-Es espantoso - me decía - imagínate que solo uno de nosotros dos, ha subido al helicóptero y el que se queda en el suelo es testigo del accidente. Que horror, que mala suerte; estar disfrutando de un viaje soñado y que todo termine así….

Recordábamos que en este viaje a Nueva York, yo iba con ganas de volar en uno de esos helicópteros. Mis hijos antes de irnos me habían animado a que no me lo perdiese y los comentarios que había oído de amigos que habían realizado el vuelo, describían la belleza de las imágenes de un Manhattan visto desde el aire.





Una vez llegado a Nueva York, y vistos los precios - me parece recordar que eran unos 160 dólares por quince minutos de vuelo - y lo ajustado de los itinerarios que nos habíamos marcado, decidí eliminar la aventura del vuelo de nuestro programa de viaje, cosa que en el fondo agradecí en mi interior, porque, lo mío, no son los aviones aunque mi querido padre, como se puede apreciar en alguna foto de este blog, ya intentó crear en mí la afición paseándome por los cielos en avioneta.

El caso es que, ironías del destino, puedes volver sano y salvo de alguno de los llamados viajes de aventura a través de desiertos, selvas o glaciares y desaparecer, maldita sea, tragado por las aguas del Hudson ante la mirada atónita de tus acompañantes.

Ayer, repasando notas que había tomado sobre la historia de Nueva York antes de iniciar el viaje, recordé que uno de los monumentos que figuran como curiosos dentro de los existentes en el Tompkins Square Park, - el parque del East Village – es una fuente, la Slocum Memorial Fountain.

El General Slocum, era un barco a vapor de aquellos que, hace un siglo, remontaban el Hudson por medio de su gigantesca rueda dotada de aspas, uniendo Manhattan con Albany, la ahora capital del Estado de Nueva York.

Aquella mañana del 15 de junio de 1.904 más de 1.400 personas iban ocupando alegremente sus asientos en las tres grandes cubiertas del Slocum. La mañana, primaveral, prometía un feliz día a sus ocupantes, muchos de ellos niños, hijos de inmigrantes alemanes que residían en la zona del East Village, que hoy se encuadra dentro de la llamada Ciudad Alfabética y que se llegó a denominar la Pequeña Alemania debido al elevado número de alemanes que allí vivían. No era para menos. Iban a realizar una excursión por el Hudson para llegar hasta Rockaways, bajando por el East River y pasarían el día en el famoso parque de diversiones, Rockaways’ Playland construido tres años antes y que tenía una impresionante montaña rusa entre otras atracciones ya grandiosas para aquella época.

Desgraciadamente el Slocum no llegó a su destino. Al poco de partir, se inició un incendio en alguna zona del vapor que se extendió rápidamente a todo el barco, hundiéndose este al lado de la North Brother Island y pereciendo 1.021 personas de las cuales, gran parte, fueron mujeres y niños.

La fuente del Tompkins Park fué colocada por inmigrantes alemanes en memoria de sus numerosos compatriotas desaparecidos en el Hudson.

Los neoyorquinos también recuerdan el fatídico 16 de octubre de 2003 cuando el ferry de la línea que une Manhattan con Staten Island, en la desembocadura del Hudson, se estrelló contra el muelle al haberse quedado dormido el capitán. Murieron 10 personas y más de 40 resultaron heridas, algunos de ellos con graves amputaciones al ser segado el ferry por la barrera de troncos que canalizaba la entrada al embarcadero de Staten Island.

Realmente, desde 1609 - fecha en que el explorador inglés Henry Hudson llegó a la bahía de Nueva York e inició la exploración del río que toma su nombre - se dice que son centenares los barcos catalogados que reposan hundidos en el fondo del Hudson, barcos principalmente holandeses e ingleses. Como es obvio, son también muchos los cadáveres que el río esconde entre sus turbias aguas. Parece como si cada cierto tiempo reclamase su macabro peaje.

Disfruté del paseo en barco por el Hudson en mi pasado viaje a Nueva York pero, creo que la próxima vez que vuelva a esta ciudad me contentaré con observar, sentado en los jardines de Battery Park, el skyline de Nueva Jersey al otro lado del río.