lunes, 23 de noviembre de 2009

La Particula Divina


El físico escocés Peter Ware Higgs formuló en los años 60 una revolucionaria teoría según la cual, las partículas no tenían masa cuando el universo comenzó, adquiriéndola una fracción de segundo después del "Bing Bang" y como resultado de la interactuación con un campo teórico que se ha denominado actualmente como el "campo de Higgs".

Higgs postuló que este campo penetra en el espacio, dando a todas las partículas subatómicas que interactúan con él, su masa. Según su teoría, el origen de la masa de las particulas elementales se debe a la existencia de una nueva partícula un “cuanto” (cantidad más pequeña de energía que la materia puede emitir o absorber) de uno de los componentes del "campo de Higgs" y que se ha denominado el “boson” ( tipo básico de partícula elemental dentro de la física cuántica ) de Higgs.

La partícula o “boson de Higgs” sería la responsable del valor de la masa del universo y por tal motivo, los científicos la han denominado la “Partícula Divina” tomando el nombre del título de un libro que escribió el físico Leon Lederman, Premio Nobel de Física en 1988 por sus trabajos sobre los neutrinos.

El "campo de Higgs", el modelo estándar de la física de partículas y como se generó el universo, dependen de que se pueda hacer realidad la teoría y se pueda demostrar la existencia de la "Partícula Divina". Eso es lo que se pretende con el proyecto del Gran Colisionador de Hadrones o LHC (Large Hadron Collider) que se ha construido a lo largo de 24 kilómetros de túnel bajo la frontera francosuiza y en el que se pretende experimentar, provocando colisiones de partículas entre sí a casi la velocidad de la luz, con el fin de conocer más sobre la creación del universo.

Este gigantesco acelerador de partículas, la máquina más grande del mundo jamás construida, ha sido noticia estos días por su reciente puesta en servicio después de que un fallo en septiembre de 2008 aplazase el experimento en el que se lleva trabajando cincuenta años y cuyo coste se estima en más de 7.000 millones de euros.

El LHC ha sido objeto de una demanda por parte de unos científicos, de los que no se sabe si lo que buscan es notoriedad, en la que argumentan que el colisionador, al hacer chocar protones entre si, generará un agujero negro que podría devorar no solo a la tierra, sino tal vez al universo entero.

Los científicos del Laboratorio Europeo de física Nuclear (CERN) que trabajan en el experimento han indicado que dicha demanda es absurda y que no puede ocurrir absolutamente nada. No obstante, el Grupo de Evaluación de Seguridad del CERN ha iniciado un nuevo estudio para confirmar la seguridad del proyecto, lo cual, es evidente que a los profanos en la materia, nos puede conducir a la intranquilidad ya que, si van a realizar dicho estudio, se podría pensar que existe la posibilidad por muy remota y abstracta que esta sea.

En cualquier caso el experimento es apasionante y puede revelar el secreto acerca de que es la materia oscura, esa materia que se sabe que existe pero que no se conoce ni se ve y que forma parte del 95% de la masa del universo.

Ya los filósofos griegos hace 2.000 años se preguntaban de que estaba hecha la materia.

El experimento se podría decir que es un intento de aproximación al Dios de la Creación y un intento de averiguar que pasó una billonésima de segundo después de la Gran Explosión. Es la búsqueda de la respuesta a la eterna pregunta: ¿que somos y de donde venimos?

Es muy posible que el experimento tenga el éxito que se espera y se puedan conocer muchas interrogantes a partir de los próximos meses pero, lo que no nos aclarará nunca el descubrimiento de la posible Partícula Divina es "Quién" la colocó allí una billonésima de segundo antes de la Gran Explosión. Antes del "Bing Bang".

domingo, 8 de noviembre de 2009

Los hombres de gris

“Eran unos hombres vestidos con trajes de un color gris telaraña. Incluso sus caras parecían ser de ceniza gris. Llevaban bombines y fumaban pequeños puros grises. Cada uno llevaba siempre un maletín gris plomo”.

Este fragmento extraido de “Momo”, el cuento que escribió Michel Ende, describe el aspecto que tenían los hombres grises a los que se enfrentará Momo, una pequeña y misteriosa niña que vive sola en unas antiguas ruinas de una ciudad cualquiera, y a la que todos los ciudadanos conocen y quieren y con la que los niños disfrutan participando en los fabulosos juegos que inventa.

Los hombres grises del cuento son compradores del tiempo. En sus maletines llevan los contratos en los que ofrecen un interés pagadero en tiempo sobre el tiempo que ahorren los seres que suscriban los engañosos contratos que ofrecen y que les proporcionarán a ellos las flores horarias de cada uno de los engañados y con cuyos pétalos, congelados y secos, fabricarán los grises puros que necesitan para vivir.

Los compradores del tiempo conseguirán convencer a sus presas de la necesidad de ahorrar el máximo tiempo en una ocupación productiva, tiempo del que ellos se apropiarán convirtiendo la tranquila y feliz ciudad en un mundo triste y aburrido.

Hasta el barbero decidirá invertir en tiempo después de que el hombre gris le haya indicado que se gasta la vida entre el chasquido de las tijeras, el parloteo y la espuma de jabón y que lo que necesita es ahorrar tiempo para vivir de verdad y que, de los dos mil doscientos siete millones quinientos veinte mil segundos en que se estimaba la duración de su vida, ya ha perdido la mitad en dormir, comer, cuidar a su periquito, charlar con su madre y sus amigos y en mirar por la ventana. Decidirá ahorrar el tiempo que pierde no sin antes preguntar tímidamente al hombre de gris:

“—Está bien. Pero, ¿qué haré con el tiempo que me sobre? ¿Tengo que depositarlo? ¿Dónde? ¿O tengo que guardarlo? ¿Cómo funciona todo eso?

—No se preocupe —le dirá el hombre gris—. De eso nos ocupamos nosotros. Puede estar usted seguro de que no se perderá nada del tiempo que usted ahorre. Ya se dará cuenta de que no le sobra nada.”

El cuento, muy complicado y filosófico para una mente infantil aunque uno de los personajes sea una tortuga que habla a través de su caparazón luminoso en el que aparecen las instrucciones que indican a Momo los pasos a seguir en determinadas situaciones , es una magnifica metáfora sobre la desaparición del tiempo libre del ser humano atrapado por la mente explotadora de la maquinaria que se aprovecha de la sociedad consumista, la cual a su vez, fomenta la necesidad de tener más a costa de tener menos.

A medida que envejezco y pienso que el tiempo que me queda es menor, calculo el que he entregado a los distintos hombres grises de los que he dependido y me doy cuenta que esos ahorros de tiempo ya nadie me los reintegrará. Igual que el barbero, me doy cuenta de que no me sobra nada.

¿Quién me devolverá el tiempo que debía haber empleado en amar, en jugar con mis hijos, en conocer a otros seres, en visitar otros lugares, en aprender las artes de la música y de la pintura, en leer, en escribir……..?

A lo largo de nuestras vidas, los hombres grises capturan los pétalos de nuestras flores horarias y con ellas fabrican sus grises puros convirtiendo en humo las horas que deberíamos haber dedicado a nosotros y a los nuestros.

Desde el principio sabemos que los hombres grises nos engañan pero es difícil decirles que no; que no queremos invertir en su tiempo; que sabemos que solo buscan vivir a nuestra costa.

Es difícil. A veces hay que procurar convertirse en una Momo e impedirles fumar, aunque solo sea durante un rato, para poder percibir el valor de nuestro tiempo.