jueves, 3 de diciembre de 2009

Periodismo fotográfico




Hace unos días viniendo de viaje, mientras conducía, iba escuchando el programa radiofónico que tiene por las tardes la periodista Julia Otero en Onda Cero. Entre varios de los temas que comentó esa tarde con sus tertulianos uno de ellos fue el de el periodismo fotográfico y las fotografías que ellos estimaban, habían producido un mayor impacto emocional después de su visionado.

Nada más sacar el tema a relucir me vinieron a la mente tres fotografías que guardo desagradablemente en mi memoria involuntaria.

Una de ellas es la famosa instantánea tomada en 1972 por el fotógrafo vietnamita Nick Ut, que trabajaba para la agencia Associated Press durante la guerra del Vietnam y en la que se ve a una niña, totalmente desnuda, que corre llorando por una carretera acompañada de otros niños que también lloran desconsolados mientras al fondo se divisa una densa humareda. La humareda había sido originada momentos antes por el bombardeo de una aldea vietnamita por un avión norteamericano produciéndose numerosas víctimas y heridos graves por quemaduras, entre ellos la niña, cuya vestimenta había ardido literalmente encima de su piel.

Al parecer, el fotógrafo después de sacar la instantánea cogió a la niña, una tal Kim Phuc, la cubrió con una manta y la llevó en su coche a un hospital cercano.

Kim Phuc se recuperó y hoy en día, guarda una cariñosa relación con el fotógrafo que le salvó la vida y que a la vez, denunció los horrores y las calamidades provocadas por aquella guerra gracias a su instantánea, la cual, dio la vuelta al mundo siendo merecedora del premio Pullitzer en 1973.

La segunda de las fotografías, para mí tremendamente impactante, es la de otra niña, Omayra Sánchez, una niña atrapada entre los restos de su casa arrasada por el agua y el barro durante la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia.

Omayra estuvo tres días sintiendo como se hundía cada vez más en el fango que la rodeaba sin que hubiera medio de sacarla de allí, ya que, la única solución era traer una gran motobomba que nunca llegó o amputarle las piernas cosa que se descartó al carecer de medios quirúrgicos.

La televisión retransmitió la lenta agonía de la niña y el fotógrafo Frank Fournier, de la agencia Contact Press Images, hizo una foto de Omayra poco antes de morir, cuando solo su cabeza asomaba del fango. Esta foto se publicó meses después de que la niña falleciera apareciendo en todos los medios de prensa del planeta y poniendo en entredicho la capacidad del Gobierno Colombiano y su posible indiferencia hacia las víctimas de aquel desastre.

Ese mismo año, 1985, Frank Fournier fue galardonado con el premio World Press Photo por aquella fotografía.

La tercera imagen que me viene al recuerdo es la que tomó en 1993 el fotógrafo sudafricano Kevin Carter en una aldea de Sudán.

En ella se ve a una niña esquelética que agotada y debilitada por la inanición se mantiene en cuclillas, doblada sobre si misma y a punto de ser vencida por la muerte. A sus espaldas y a pocos metros de ella, posado sobre el suelo, un oscuro buitre acecha esperando ese momento.

Al parecer, Kevin Carter esperó largo tiempo sin prestar ayudar a la niña con el fin de capturar el momento en que el buitre desplegara sus alas.

La fotografía produjo una honda impresión en todo el mundo y Kevin Carter fue objeto de duras críticas por haber antepuesto el deseo de obtener una fotografía impactante al de prestar socorro a la debilitada niña, críticas a las que el fotógrafo respondió en un principio alegando que después de tomada la instantánea, la niña reinició su camino hacia la cercana choza de sus padres provocando la huída del buitre.

Kevin Carter ganó el premio Pullitzer de fotografía en 1994 y en la entrega del premio por esta fotografía comentó lo siguiente: “Es la foto más importante de mi carrera pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla, la odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la niña”.

No se sabe si influido por las críticas que recibió por su actitud, Kevin Carter se quito la vida un par de meses después de recibir el premio conectando una manguera al tubo de escape de su furgoneta e inhalando el monóxido de carbono desprendido.

Curiosamente, la primera y la tercera de estas tres fotografías también fueron las más citadas por los tertulianos y por los radioyentes que llamaban al programa de Julia Otero, en especial la de Kevin Carter.

También fotos como la de la ejecución por medio de un tiro en la sien de un guerrillero del Vietcong a manos del Jefe de la Policía de Saigón, la del desconocido que se plantó delante de una fila de tanques durante la histórica revuelta de la Plaza de Tiananmen, la imagen del terrible hongo producido por la bomba atómica lanzada en 1945 en Hiroshima, la de las Torres Gemelas de Nueva York ardiendo poco antes de desplomarse el 11 de septiembre de 2001, la mítica instantanea del miliciano abatido tomada por Robert Capa en nuestra guerra civil, la de la agonía de Franco atravesado por innumerables tubos, etc, fueron tambien recordadas en ese programa poniendo de manifiesto que las fotos más crudas son las que más nos han dejado su huella para el recuerdo.

Es una pena que los premios Pullitzer y los World Press, se concedan año tras año a escenas que reflejan la hambruna de los seres más desvalidos del planeta, los horrores de las guerras, las enfermedades, los terremotos y los tsunamis.

Sería una maravilla que la respuesta de nuestra memoria a la foto más impactante hubiera sido a esa de Marilyn Monroe con su falda levantada debido al aire que sale de un respiradero del suelo, o a la plasmada por el fotografo Weegee en 1945 en Coney Island en la que cientos de bañistas sonrien y saludan al fotografo, o la de la vertiginosa imagen tomada por Charles C. Ebbets de unos trabajadores almorzando sobre una viga suspendida del aire durante la construcción de un rascacielos en Manhattan allá por 1932….

Mi admiración a los Cartier-Bresson, Robert Capa, Charles Porter, Mary Moorman, Kevin Carter, Nick Ut y tantos otros que nos impresionaron con sus imágenes, muchas de ellas, de momentos que nunca debieron existir.

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