viernes, 18 de septiembre de 2009

Nosotros los guapos



Hay una cosa que me jode terriblemente a medida que envejezco y es comprobar lo bien que se conservan los feos y lo estropeados que en poco tiempo nos vamos quedando los guapos.

Por ejemplo.

Yo tenía un jefe con el que me relacionaba de tiempo en tiempo por motivos de trabajo. Este personaje era el tío más callo que pueda parir una madre. Bueno yo creo que como dice el dicho popular: a él no lo parió su madre sino que lo cagó.

Mide aproximadamente 1,60 metros y de pies, con los dedos de la mano puede tocar el suelo sin inclinarse. Yo, cada vez que lo veía, no podía evitar mirarlo de arriba abajo, lo cual, era harto embarazoso para ambos sobre todo, si coincidíamos en los mingitorios de la oficina. Nunca se la miré pero creo que eso también lo debe tener pequeño.

Hasta hace tres o cuatro años y desde que en su infancia le crecieron los dientes definitivos, nunca había podido comer sopa en sociedad, ya que, no podía cerrar la boca debido a la posición casi horizontal de sus incisivos superiores por lo que, los fideos, resbalaban por las comisuras de la boca si el sistema de aspiración fallaba.

Calvo casi desde su nacimiento, usaba unas gafas de culo de botella para poder compensar las cerca de 10 dioptrías de sus ojos de rata.

El tío no se debió comer una rosca en su juventud hasta que encontró el tiesto ese que dicen que nunca falta para una mierda y con el que se casó posteriormente.

Como ya digo, jamás he conocido un tío más feo y más defectuoso y que conste que no es por hablar mal de mi antiguo jefe.

Pues bien, hace dos o tres años, al hombre se le empezaron a remover sus monstruosas palas dentales superiores y ante la posibilidad de quedarse desdentado, se había sometido a unas operaciones de implantes y le han dejado la boca tipo sonrisa Profiden. Ahora, por lo que pude observar, siempre pide sopa de fideos aunque sea en pleno verano para demostrar lo bien que los come.

También y aprovechando los avances de la cirugía láser, se ha operado hace poco de la miopía, ha tirado las gafas a la basura y ahora sus ojos de rata lucen con un brillo casi juvenil. De momento no se ha realizado ningún implante de pelo y aunque lo de el 1,60 de estatura no tiene remedio, ha adelgazado bastante y viste de moderno así que, cuando coincidimos la última vez, pensé para mí: – ¡joder, este cabrón está mejor que hace veinte años!

Encima, como tenía piel de foca, el tío no tiene una sola arruga, le ha dado por hacer footing y aunque me imagino que necesitará Viagra, me han comentado que se ha liado con una antigua y gorda secretaria que trabajaba en la empresa y a la que saca cerca de veinte años.

Yo, contra más lo pienso, más me reafirmo en mi creencia de que los feos mejoran enormemente con los años mientras que los guapos nos estropeamos irremediablemente y siempre tenemos la impresión de estar escuchando la típica frase de: -que estropeado está, con lo guapo que era, que bajón ha pegado - puesta en boca de mujeres que siempre estuvieron subliminalmente enamoradas de nosotros.

El famoso psicoanalista y psiquiatra francés Jacques Lacan, considerado uno de los analistas más influyentes después de Sigmund Freud, en su conocida teoria de la fase del espejo dice que, la percepción que cada ser humano tiene de sí, es congruente con la noción de su ego y esta imagen de sí, esta noción de su apariencia corporal completa así como de su personalidad, se logra a temprana edad y a este momento de percepción le llama la fase del espejo.

Los guapos no sé si atravesamos la fase o estadío del espejo en fase más temprana que los feos, pero yo creo que sí tenemos pronto la percepción de que lo somos y por tanto, me imagino que debemos experimentar un aumento de nuestro ego lacasiano mayor que el que pueda experimentar el típico bebé feo al que sus papas y abuelitos le llaman guapo por pura compasión.

Por eso, en la fase del espejo correspondiente a la vejez, aunque Jacques Lacan no creo que hablase nada de ella, los guapos tenemos el ego jodido cada vez que nos miramos al espejo y todas las noches, nos aplicamos con preocupación la nueva crema Q10 antiarrugas y nos colocamos con cuidado los cuatro pelos que nos van quedando..

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