sábado, 12 de diciembre de 2009

El glaciar de Briksdals

La XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático que se celebra estos días en Copenhague ha coincidido con el aviso que han lanzado ayer las autoridades australianas a todos los barcos que navegan por las aguas al sureste del país ante el enorme iceberg de 19 kilómetros de largo y 8 kilómetros de ancho que se encuentra en estos momentos a unos 1.700 kilómetros de la costa oriental de Australia.

Los expertos estiman que se derretirá antes de llegar a tierra firme, igual que sucedió hace diez días con otro grupo de más de cien icebergs avistados al sur de Nueva Zelanda, atribuyendo estos sucesos al cambio climático debido a que el aumento de la temperatura del mar ha acelerado el proceso de fragmentación de los polos.

Según la http://www.actoncopenhagen/ los diez años más cálidos desde que se tienen datos, se han producido a partir de 1997 y dicha afirmación se basa en las temperaturas tomadas desde 1850, año en que empezaron a registrarse datos fiables. En los últimos cien años la Tierra se ha calentado unos 0,75ºC y cada vez se calienta más rápidamente. De los 159 años registrados, los diez más cálidos se han producido en el periodo citado.

El nivel de los mares ha crecido 10 centimetros en los últimos cincuenta años. Las nieves perpetuas del Kilimanjaro, que Ernest Hemingway hiciera famosas en su novela, tienen sus días contados y se derriten a gran velocidad al igual que las del Monte Kenia. Los diversos glaciares de la tierra siguen el mismo camino y por poner un ejemplo, de nuestros glaciares pirenaicos tan solo quedan un 40% que se estima habrán desaparecido antes de 50 años.

El otro día tropecé con una página, la www.envisense.org/glacsweb/ en la que comentando un proyecto desarrollado por la Universidad de Southampton, analizaban el retroceso que estaba experimentando el glaciar de Briksdals situado en el sur de Noruega e indicaban que la lengua del glaciar había retrocedido 400 metros en diez años.

En la primavera de 2007, con ocasión de un viaje que hice por Escandinavia con mi mujer y unos amigos, visitamos este glaciar el cual es solo una rama del enorme Jostedalsbreen que está considerado como el glaciar más grande de Europa.

La zona se sitúa dentro del Parque Nacional de Jostedalsbreen que se creó en 1991 para proteger en lo posible este enorme glaciar de más de 450 kilómetros cuadrados y en el que se encuentran picos tan imponentes como el Lodalskåpa de 2083 metros y el Høgste Breakulen de 1,957 metros, así como, numerosos valles glaciares como los de Oldeskardet, Briksdalsbreen, Bøyabreen y Nigardsbreen. Todo el parque está salpicado de ríos, arroyos y cascadas que han ido modelando geológicamente el parque creando un paisaje espectacular.

El acceso al glaciar de Briksdals se inicia desde el Briksdalsbre, un Centro de Visitantes, con tiendas, un restaurante, alojamientos, zona de juegos y desde el que se pueden contratar actividades deportivas de aventura o vuelos en helicóptero sobre el glaciar.


Desde el Centro de Visitantes se interna uno por un sendero de gravilla que asciende entre bosques durante unos tres kilómetros y que se convierte en un agradable ejercicio de senderismo durante los 45 minutos que dura la subida. Para los vagos, los que tienen prisa o los imposibilitados físicamente, existen unos pequeños cochecillos verdes que te llevan hasta arriba y que son la única nota incordiante en medio de la paz que te rodea.

El paisaje que se domina durante la subida es espectacular observándose al fondo los picos helados que rodean el valle glaciar y las cascadas que caen por las laderas más próximas una de las cuales, se cruza a través de un pequeño puente de madera con la consiguiente ducha producida por el agua pulverizada que despide la catarata y que en los días como el que nosotros subimos, en que hacía un sol radiante, se agradece.

La subida en algunos tramos es fuertecita para los que no somos muy montañeros pero, realmente, merece la pena.

En el inicio del recorrido no se divisa el glaciar, tapado este por las laderas de las montañas por las que serpentea el sendero pero, de repente, aparece en la lejanía al doblar una curva mostrando todo el color y la majestuosidad de la lengua de hielo que desliza sobre el valle.

A partirde ese momento nuestra visión en el horizonte será la de la vaguada por la que avanza el hielo lentamente desde hace siglos y de la que no podremos apartar nuestros ojos embrujados por la imagen.

Al final del recorrido, la senda como tal, desaparece y nos encontramos con un pequeño lago formado por las aguas procedentes del deshielo del glaciar, agua que corre bajo las entrañas de la lengua azulada, síntoma de su enfermedad.

Sobre el lago descansa el extremo de su lengua y es allí desde donde podemos admirar la impresionante masa de hielo que baja de las cumbres y los distintos azules que es capaz de reflejar el hielo por efecto de los rayos del sol.
Llegados a este punto, todos los caminantes sienten como la necesidad de tocar el hielo, como acariciándolo, como queriéndole dar ánimo para que no muera convirtiéndose en agua y desapareciendo.

Los más aventureros pueden subir por la lengua en cordadas, bien equipados con piolets y botas provistas de crampones y dirigidos por un guía pero, a mi, me dá la sensación de que es como hollar algo sagrado. Como herir al gigante de hielo en medio de su agonía.

Una bella excursión recomendada a los que visiten Noruega. Ojalá que los sabios y nuestros políticos sean capaces de ponerse de acuerdo en esta Cumbre de Copenhague o en las futuras Cumbres que se organicen para evitar el cambio climático y que las próximas generaciones puedan seguir subiendo al Glaciar de Briksdals para poder contemplar los inigualables azules del hielo casi eterno.

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