“Eran unos hombres vestidos con trajes de un color gris telaraña. Incluso sus caras parecían ser de ceniza gris. Llevaban bombines y fumaban pequeños puros grises. Cada uno llevaba siempre un maletín gris plomo”.
Este fragmento extraido de “Momo”, el cuento que escribió Michel Ende, describe el aspecto que tenían los hombres grises a los que se enfrentará Momo, una pequeña y misteriosa niña que vive sola en unas antiguas ruinas de una ciudad cualquiera, y a la que todos los ciudadanos conocen y quieren y con la que los niños disfrutan participando en los fabulosos juegos que inventa.
Los hombres grises del cuento son compradores del tiempo. En sus maletines llevan los contratos en los que ofrecen un interés pagadero en tiempo sobre el tiempo que ahorren los seres que suscriban los engañosos contratos que ofrecen y que les proporcionarán a ellos las flores horarias de cada uno de los engañados y con cuyos pétalos, congelados y secos, fabricarán los grises puros que necesitan para vivir.
Los compradores del tiempo conseguirán convencer a sus presas de la necesidad de ahorrar el máximo tiempo en una ocupación productiva, tiempo del que ellos se apropiarán convirtiendo la tranquila y feliz ciudad en un mundo triste y aburrido.
Hasta el barbero decidirá invertir en tiempo después de que el hombre gris le haya indicado que se gasta la vida entre el chasquido de las tijeras, el parloteo y la espuma de jabón y que lo que necesita es ahorrar tiempo para vivir de verdad y que, de los dos mil doscientos siete millones quinientos veinte mil segundos en que se estimaba la duración de su vida, ya ha perdido la mitad en dormir, comer, cuidar a su periquito, charlar con su madre y sus amigos y en mirar por la ventana. Decidirá ahorrar el tiempo que pierde no sin antes preguntar tímidamente al hombre de gris:
“—Está bien. Pero, ¿qué haré con el tiempo que me sobre? ¿Tengo que depositarlo? ¿Dónde? ¿O tengo que guardarlo? ¿Cómo funciona todo eso?
—No se preocupe —le dirá el hombre gris—. De eso nos ocupamos nosotros. Puede estar usted seguro de que no se perderá nada del tiempo que usted ahorre. Ya se dará cuenta de que no le sobra nada.”
El cuento, muy complicado y filosófico para una mente infantil aunque uno de los personajes sea una tortuga que habla a través de su caparazón luminoso en el que aparecen las instrucciones que indican a Momo los pasos a seguir en determinadas situaciones , es una magnifica metáfora sobre la desaparición del tiempo libre del ser humano atrapado por la mente explotadora de la maquinaria que se aprovecha de la sociedad consumista, la cual a su vez, fomenta la necesidad de tener más a costa de tener menos.
A medida que envejezco y pienso que el tiempo que me queda es menor, calculo el que he entregado a los distintos hombres grises de los que he dependido y me doy cuenta que esos ahorros de tiempo ya nadie me los reintegrará. Igual que el barbero, me doy cuenta de que no me sobra nada.
¿Quién me devolverá el tiempo que debía haber empleado en amar, en jugar con mis hijos, en conocer a otros seres, en visitar otros lugares, en aprender las artes de la música y de la pintura, en leer, en escribir……..?
A lo largo de nuestras vidas, los hombres grises capturan los pétalos de nuestras flores horarias y con ellas fabrican sus grises puros convirtiendo en humo las horas que deberíamos haber dedicado a nosotros y a los nuestros.
Desde el principio sabemos que los hombres grises nos engañan pero es difícil decirles que no; que no queremos invertir en su tiempo; que sabemos que solo buscan vivir a nuestra costa.
Es difícil. A veces hay que procurar convertirse en una Momo e impedirles fumar, aunque solo sea durante un rato, para poder percibir el valor de nuestro tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario