miércoles, 25 de agosto de 2010

El Café Central y Peter Altenberg


Mientras doy buena cuenta del crujiente y dorado “wiener schnitzel” que he decidido compartir con mi “donna” debido al gigantesco tamaño del mismo, no puedo evitar, entre bocado y bocado, levantar la vista y comprobar que Peter Altenberg no me quita ojo, desde su mesa colocada a la entrada del “Café Central”.

Peter hace jornada continua de 10 de la mañana a 10 de la noche, siempre sentado en su silla desde el día en que algún nostálgico o grupo de nostálgicos de la bohemia vienesa de finales del diecinueve decidieron colocarlo en ese lugar.

Y es que Peter, aunque no lo parezca según el aspecto que ofrece en mi fotografía, hace ya más de 150 años que nació y algunos menos desde que era el alma de la bohemia literaria que se instaló en el “Café Central” de Viena a raiz del cierre en 1896 de otro café vienés, el “Griensteidl”, un punto de reunión de la intelectualidad vienesa integrante del grupo "Jung-Wien" creado alrededor de la figura de Hermann Bahr y del satírico Karl Kraus. El "Central" acogería por este motivo al propio Karl Kraus, al arquitecto Adolf Loos, al ensayista judío Egon Friedell, al poeta y dramaturgo Hugo von Hofmannsthal, al periodista Anton Kuh, al escritor y matemático Leo Perutz, al crítico Alfred Polgar y a Peter Altemberg entre otros. Más adelante se convertirían también en asiduos del “Café Central” el escritor Stefan Zweig y León Trotski, el hombre que organizaría posteriormente el golpe de estado que daría a los bolcheviques el poder en noviembre de 1917 en Rusia.

El Peter Altenberg de aquellos años, fue un escritor y poeta judío vienés llamado realmente Richard Englánder, un hombre que había llegado al mundo literario después de intentar cursar los estudios de Derecho y de Medicina, estudios que acabó dejando para dedicarse a vender libros en una librería, actividad que también abandonaría. De ese periodo de librero escribiría: “No aprendí ni la teoría ni la práctica. Era aburrido y una forma de destrucción del alma, aunque, al menos, uno trabajaba con obras procedentes del ingenio”.

Eran los años del comienzo del psicoanálisis y la revolución de la psiquiatría a través de las nuevas teorías del también austríaco, Sigmund Freud por lo que, el padre de Peter, preocupado por el porvenir de su hijo, decidió llevarle a un psiquiatra, al doctor Ludwig Schlager, el cual le diagnosticó una “neurasthenia gravis” y certificó su incapacidad para trabajar recomendando al padre que no ejerciese ninguna presión sobre su hijo. Peter salió de la consulta afirmando que: “mi incapacidad para aprender es patológica". A partir de ese momento Peter Altenberg comenzó una vida inestable y bohemia que regiría su destino hasta el día de su muerte.

Sin empleo fijo, Altenberg convirtió la noche en día frecuentando los burdeles, los teatros de variedades, los salones y sobre todo los Cafés, primero el “Griensteidl”, trabando allí relación con Adolf Loos y Karl Kraus, con los que llegó a formar una triple alianza y posteriormente el “Café Central” el cual acabó convirtiéndo en su segunda morada llegándose a decir que, cuando Altenberg no estaba en el "Central" es que estaba de camino. Llegó incluso a fijar allí su dirección postal. ( Peter Altenberg. Wien I. Herrengasse, Café Central)

Mientras vivía de la pensión que la empresa de su padre le proporcionaba, Altenberg comenzó a escribir pequeños bocetos en prosa, según lo que él veía en la calle o percibía de la política, una escritura que según llegó a decir Egon Friedell, era “telegráfica”. Para Altenberg, “nunca era importante decir algo pero si era posible decirlo con precisión y brevedad”.

Con el tiempo llegó a escribir una docena de títulos, todos ellos basados en textos breves. Escribía por encargo, muchas veces a cambio de bajísimos honorarios, que ya estaban gastados antes de cerrar el trato.

Peter Altenberg fue un noctámbulo, un alcohólico y un enfermo mental al que las recaídas le hicieron ingresar a menudo en los psiquiátricos, sobre todo en la última década de su vida y un hombre sin suerte con las mujeres pero, un enamorado de lo eterno femenino.

Se le llegó a acusar de pederasta, se dice que por los antisemitas, por la atracción que al parecer le ejercían las jóvenes y que él nunca llegó a negar. A lo largo de los años preparó solamente para deleite de sus ojos, una colección de fotografías relacionadas con este tema y tuvo toda la colección expuesta en su habitación del Graben Hotel de Viena durante los años que se alojó allí.

De Altenberg es el comentario: "Una mujer siempre es demasiado vieja, pero nunca demasiado joven. La ley nos permite la relación a partir de los catorce años pero la ley no ha sido diseñada por los artistas. Nuestro instinto dice: a cualquier edad, si eres muy hermosa. Sólo hay una indecencia en un desnudo, y es cuando el desnudo es grosero”

Altenberg murió en 1919 a los 60 años de edad enfermo y pobre. Adolf Loos proyectó el monumento funerario para su tumba en el Cementerio Central de Viena.

Hoy al marcharnos del “Café Central”, después de tomar nuestro “wiener schnitzel” y una racion de la famosa tarta “Sacher” acompañada por dos grandes copas de vino joven procedente de los viñedos de Grinzing me he despedido de Peter Altenberg acariciando su fría calva de cartón.

El, siempre está sentado frente a la puerta del “Café Central”, tal vez esperando ver entrar algún día a Gustav Klimt, a Egon Shiele, a Oskar Kokoschka o tal vez a su amigo Adolf Loos..

1 comentario:

  1. La verdad es que la Viena de finales del siglo XIX era alucinante. Músicos, pintores, escritores. Grandes cabezas, muchas de ellas pertenecientes a judíos. Es una pena que los judíos se estén cargando su fama porque aportaron grandes cerebros al mundo.

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