martes, 6 de abril de 2010

La Gran Vía




Se ha celebrado estos días, concretamente el pasado 4 de abril, el centenario del comienzo de los trabajos de construcción de la Gran Vía madrileña, efemérides que se ha querido recordar en muchos medios de comunicación por aquello de que Madrid es la ciudad de todos los madrileños, es decir, de todos los españoles, argentinos, ecuatorianos, rumanos, etc que viven en Madrid y a los que los oriundos hemos dejado hueco al desparramarnos por el resto del planeta con el organillo a cuestas.

El nombre de Gran Vía debe estar en el subsconciente colectivo de los que alguna vez fueron madrileños y debe haber sido trasmitido por los que vivieron las obras de apertura de una importante arteria, “la gran vía” del Madrid de principios de siglo ya que, jamás se llamó oficialmente Gran Vía hasta 1981.

Yo, al igual que comentaba Javier Reverte el otro día en un artículo, recuerdo que era denominada oficialmente como la Avenida de José Antonio en memoria de José Antonio Primo de Rivera, nombre que se le puso al terminar la guerra durante la cual, parece que se llamó de ochenta formas, desde "Avenida de la CNT" hasta "Avenida de la Unión Soviética".

De hecho la estación de metro “Gran Vía” que tiene su salida a la altura del Edificio de la Telefónica se llamaba “Jose Antonio”.

Esta parada de metro forma parte de mis recuerdos de niño cuando iba con mi madre al primer "Galerias Preciados" que se construyó en España y que estaba nada más salir del metro, en la calle Preciados, casi esquina a la Gran Vía.

El acceso a la superficie desde el metro se realizaba por una escalera en espiral que rodeaba el hueco de un ascensor a través del cual también se podía acceder a la calle pero a costa de pagar unos céntimos.

Me acuerdo que la subida a pie era dura pues el metro en esta estación pasa a gran profundidad y recuerdo haberle oído contar a mi madre que, cuando la aviación bombardeaba Madrid durante la guerra la población usaba esa estación como un refugio durante los minutos que duraba el bombardeo y que a ella, casi una niña en aquellos años de guerra, no se le había olvidado la vez que tuvo que refugiarse allí abajo.

El acceso exterior estaba rematado con una marquesina modernista de hierro forjado y cristal obra del afamado arquitecto Antonio Palacios, marquesina que lamentablemente se desmontó en los años 70 pues era un elemento singular de la Gran Vía.

Un lugar tambien singular era "El Abra", un café situado en el número 9, enfrente de "Chicote".

A "Chicote" iban los artistas, los golfos, los adinerados y los trapicheadores de penicilina, morfina y tabaco rubio americano durante los años del estraperlo.

A "El Abra" iban los que salían de "Chicote" y buscaban una mujer para tener unas horas de sexo. También iban a "El Abra" los representantes y comerciantes de provincias cuando venían a Madrid.

A "El Abra" fuí yo también de la mano de mi amigo Pipo, mi amigo golfo de mi primera juventud que me llevó allí para ver como eran las prostitutas.

Me acuerdo que entramos, y se me ha quedado una foto fija de aquel momento en la que hay un gran salón, una barra y muchas mujeres solas sentadas en taburetes.

Solo miramos y nos miraron y creo que tardamos poco en volver a la calle.

Hoy "El Abra" ha desaparecido y en su lugar está la cafetería del Hotel Gaudí.

En mis años de universitario, acudía yo muchas mañanas de domingo a los numerosos cines que salpicaban por aquel entonces la Gran vía y cuyas taquillas se abrían a las diez para vender entradas para los pases de la tarde. Las colas a esas horas ya eran kilométricas, sobre todo los días de estreno y la espera en pleno invierno para conseguir unas entradas se hacía dura pero, todos pensábamos que nuestros primeros amores se lo merecían todo.

La Gran Vía ha perdido cines, teatros, dicen que ha perdido su encanto pero yo creo que sigue viva y se renueva constantemente.

El famoso cuadro de Antonio López que encabeza estas líneas en la que retrata una Gran Vía desértica creo que está pintado para que cada uno sitúe en él sus vivencias y sus recuerdos como guste. Creo que pintó el decorado para que cada uno pueda poner a sus actores preferidos.

Mis actores serían las cerilleras, que vendían tabaco rubio a cualquier hora de la madrugada pegadas a la pared del Edificio de la Telefónica y las putas de "El Abra" con sus chulos y tal vez algunos helados seres esperando conseguir dos entradas para ver "El Graduado" o "Dos hombres y un destino".

Los actores de ahora son seguramente los chinos que aparecen a partir de las 2 de la madrugada vendiéndo refrescos y bocadillos de dudosa procedencia o los mercaderes del mortal polvo blanco o los matrimonios venidos de provincia a ver "Chicago".

La Gran Vía siempre será eso, “una gran vía”.