domingo, 27 de septiembre de 2009

Bugattis


Cuando miro esta foto en la que se ve a mi abuela materna al volante de un automóvil deportivo, por cierto, no sé de qué marca ni propiedad de quién, no puedo evita evocar a dos mujeres cuya imagen siempre asocio con aquellos coches deportivos de los años veinte.

Estas dos mujeres son Tamara de Lempicka e Isadora Duncan.

Aunque de diferentes edades y nacionalidades, - Tamara nace en Varsovia en 1898 e Isadora Duncan en San Francisco en 1878 – ambas llegaron a ser unas adelantadas a su época y ambas llevaron unas agitadas vidas en las que no escasearon los escándalos y la fatalidad y en las que existirá siempre un denominador común que es el arte, el arte de la pintura representado por Tamara y el de la danza por Isadora.

Tamara de Lempicka, nace en el seno de una familia relativamente burguesa que pasaba grandes temporadas entre San Petersburgo y Montecarlo y cuya forma de vida la acostumbrará a convivir dentro de una aristocracia decadente y cosmopolita, a viajar por toda Europa , a hablar diversas lenguas y también a divertirse.

De joven asiste a la escuela de Lausana en Suiza, vive con su abuela en Italia y a raiz del divorcio de sus padres se marcha a vivir con su tía en St. Petersburgo.

En Varsovia conoce a Tadeusz de Limpicki con el que se casa y del que toma el apellido. Con la caida del zarismo este es arrestado por los bolcheviques y Tamara logra que Tadeusz sea puesto en libertad gracias al cónsul de Suecia, que, a cambio de sus gestiones, la obligará a acostarse con él.

Después de rescatar a su esposo, el matrimonio sale de Rusia y se establece en Copenhague donde Tamara llega a tener , con solo 23 años, numerosos amantes que su marido aceptará resignadamente. En 1918 se traslada con él a París y los apuros económicos la fuerzan a desarrollar los conocimientos pictóricos que ella ya había adquirido previamente llegando a convertirse en una precursora de la pintura Art Decó y deslumbrando a la aristocracia con la deliberada sensualidad de sus pinturas.

La cotización de la obra de Tamara aumenta tras la celebración de la exposición de París, en 1925, y desde ese momento, la pintora se relacionará con lo más selecto de la burguesía. Esto la permitirá acceder al mundo que siempre le había atraído, el del lujo, el acceso a la alta sociedad, y también a las drogas y a las orgías con ambos sexos.

Tamara se define en su pintura como un ser bisexual impregnando de erotismo su pintura a la que se entrega después de sus noches de placer y en la que reflejará todas sus vivencias.

En 1929, pinta su emblemática obra “Auto-Retrato” (Tamara en el Bugatti Verde) para la portada de la revista de moda alemana Die Dame en la que logra transmitir la imagen de frialdad que acompaña a su belleza.

Su nuevo casamiento con el millonario Kuffner la convierte en baronesa. La aparición incipiente del nazismo en Europa la impulsa a marchar a Estados Unidos y establecerse allí tras vender el barón sus propiedades en Europa.

Tamara intenta seguir en Estados Unidos la vida que tuvo en Europa,. En Nueva York, Tamara y el barón vivirán primero en el hotel Waldorf-Astoria y, después, en un lujoso apartamento en la 57. A sus fiestas asisten personajes importantes de la época como Mary Pickford, Charles Boyer, Greta Garbo, Orson Welles, Tyrone Power, Rita Hayworth o el barón Rothschild.

A partir de la década de los treinta su fama como pintora decae y después de la muerte de su esposo, decide abandonar el gran lujo y marcha a vivir con su hija Kizzete a Cuernavaca (México), donde seguirá pintando y frecuentando los altos círculos sociales hasta el fin de sus días en 1980.

Quiso ser cremada y que sus cenizas se esparcieran sobre el volcán Popocatepetl. Su íntimo amigo, el joven escultor Víctor Contreras y su hija, fueron los encargados de cumplir sus deseos.

La otra mujer que traigo a este relato, Isadora Duncan, y cuyo nombre real era el de Ángela es una niña cuando abandona la escuela con 10 años para dedicarse a la danza influida especialmente por su madre. A los 17 marcha a Nueva York, donde se incorporará a la compañía del dramaturgo Augustin Daly que le ofrecerá la oportunidad de presentarse en varios escenarios.

En 1897 se va a Inglaterra para estudiar los movimientos de la danza griega, y basándose en esta investigación organiza un espectáculo que presentará en Londres y en varias ciudades europeas con gran éxito

En 1902 compra cerca de Atenas la colina de Cópanos para establecer un templo de la danza, proyecto que no llegará a terminar por cuestiones económicas. Obligada a regresar a Europa occidental por falta de fondos, abre una escuela de ballet cerca de Berlín y crea posteriormente escuelas en Francia, Alemania y Rusia, sentando las bases de una danza que se alejaba de lo clásico, oponiéndose a las técnicas de enseñanza tradicional, y convirtiéndose en la precursora de la danza moderna. Sus gestos estatuarios, el rítmo y sus túnicas cubriendo apenas su desnudez, evocaban las danzas de la antigua Grecia.

Con respecto a su vida personal, Isadora paseará entre el cielo y el infierno desde el momento en que empieza a ser una personalidad relevante en el mundo que le rodea.

En todos los lugares tendrá amigos pintores, poetas e intelectuales y estará rodeada de admiradores que desearán conocerla. Fascinante, bellísima y apasionada, ejercerá un poder de seducción irresistible entre cuantos la rodean.

Bisexual, al igual que Tamara de Lempicka, llegará a tener numerosos amantes de ambos sexos y tres hijos producto de relaciones algo más duraderas con distintos hombres, uno de ellos, el millonario Paris Singer, el heredero del imperio de las máquinas de coser Singer.

Muchos nombres masculinos serán asociados con el de Isadora, y pronto nacerá la leyenda de un maleficio que parece emanar de su persona y abatirse sobre todos los seres a los que va entregando su amor.

Uno de sus amantes muere de unas fiebres malignas y su último gran amor con el que había tenido a su ultimo hijo se suicida producto de una fuerte depresión.

Dos de sus hijos, Patrick de tres años y Deirdre de cinco, mueren ahogados, junto a su niñera, tras sufrir un accidente de coche y caer este al río Sena.

La depresión, la adicción al alcohol y los excesos sexuales se ceban en Isadora, quien permanece alejada de los escenarios durante largo tiempo durante el cual llega a intentar quitarse la vida en varias ocasiones.

En 1925 Isadora se traslada a Niza y reinicia su carrera artística mientras se dedica a escribir su libro "El arte de la danza", en el que intenta ofrecer un compendio de sus enseñanzas, y que más adelante será considerado una obra clásica del género.

Se encontraba absorbida por esta tarea cuando, el 14 de septiembre de 1927, sale a dar un paseo en el Bugatti de su al parecer último y joven amante, un guapo mecánico italiano llamado Benoit Falchetto y al que ella apodaba "Bugatti". Cuando el automóvil recorría veloz la Promenade des Anglais, el largo chal que llevaba colocado en su cuello y que ondeaba al viento, se enreda en los radios de una de las ruedas posteriores del automóvil e Isadora Duncan muere fatalmente estrangulada por su propio chal.


Su cuerpo está enterrado en el cementerio Pére Lachaise de París

Dos mujeres, dos artistas, dos vidas singulares a las que, inevitablemente, siempre asocio con la imagen de esos antiguos y deportivos Bugattis.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Nosotros los guapos



Hay una cosa que me jode terriblemente a medida que envejezco y es comprobar lo bien que se conservan los feos y lo estropeados que en poco tiempo nos vamos quedando los guapos.

Por ejemplo.

Yo tenía un jefe con el que me relacionaba de tiempo en tiempo por motivos de trabajo. Este personaje era el tío más callo que pueda parir una madre. Bueno yo creo que como dice el dicho popular: a él no lo parió su madre sino que lo cagó.

Mide aproximadamente 1,60 metros y de pies, con los dedos de la mano puede tocar el suelo sin inclinarse. Yo, cada vez que lo veía, no podía evitar mirarlo de arriba abajo, lo cual, era harto embarazoso para ambos sobre todo, si coincidíamos en los mingitorios de la oficina. Nunca se la miré pero creo que eso también lo debe tener pequeño.

Hasta hace tres o cuatro años y desde que en su infancia le crecieron los dientes definitivos, nunca había podido comer sopa en sociedad, ya que, no podía cerrar la boca debido a la posición casi horizontal de sus incisivos superiores por lo que, los fideos, resbalaban por las comisuras de la boca si el sistema de aspiración fallaba.

Calvo casi desde su nacimiento, usaba unas gafas de culo de botella para poder compensar las cerca de 10 dioptrías de sus ojos de rata.

El tío no se debió comer una rosca en su juventud hasta que encontró el tiesto ese que dicen que nunca falta para una mierda y con el que se casó posteriormente.

Como ya digo, jamás he conocido un tío más feo y más defectuoso y que conste que no es por hablar mal de mi antiguo jefe.

Pues bien, hace dos o tres años, al hombre se le empezaron a remover sus monstruosas palas dentales superiores y ante la posibilidad de quedarse desdentado, se había sometido a unas operaciones de implantes y le han dejado la boca tipo sonrisa Profiden. Ahora, por lo que pude observar, siempre pide sopa de fideos aunque sea en pleno verano para demostrar lo bien que los come.

También y aprovechando los avances de la cirugía láser, se ha operado hace poco de la miopía, ha tirado las gafas a la basura y ahora sus ojos de rata lucen con un brillo casi juvenil. De momento no se ha realizado ningún implante de pelo y aunque lo de el 1,60 de estatura no tiene remedio, ha adelgazado bastante y viste de moderno así que, cuando coincidimos la última vez, pensé para mí: – ¡joder, este cabrón está mejor que hace veinte años!

Encima, como tenía piel de foca, el tío no tiene una sola arruga, le ha dado por hacer footing y aunque me imagino que necesitará Viagra, me han comentado que se ha liado con una antigua y gorda secretaria que trabajaba en la empresa y a la que saca cerca de veinte años.

Yo, contra más lo pienso, más me reafirmo en mi creencia de que los feos mejoran enormemente con los años mientras que los guapos nos estropeamos irremediablemente y siempre tenemos la impresión de estar escuchando la típica frase de: -que estropeado está, con lo guapo que era, que bajón ha pegado - puesta en boca de mujeres que siempre estuvieron subliminalmente enamoradas de nosotros.

El famoso psicoanalista y psiquiatra francés Jacques Lacan, considerado uno de los analistas más influyentes después de Sigmund Freud, en su conocida teoria de la fase del espejo dice que, la percepción que cada ser humano tiene de sí, es congruente con la noción de su ego y esta imagen de sí, esta noción de su apariencia corporal completa así como de su personalidad, se logra a temprana edad y a este momento de percepción le llama la fase del espejo.

Los guapos no sé si atravesamos la fase o estadío del espejo en fase más temprana que los feos, pero yo creo que sí tenemos pronto la percepción de que lo somos y por tanto, me imagino que debemos experimentar un aumento de nuestro ego lacasiano mayor que el que pueda experimentar el típico bebé feo al que sus papas y abuelitos le llaman guapo por pura compasión.

Por eso, en la fase del espejo correspondiente a la vejez, aunque Jacques Lacan no creo que hablase nada de ella, los guapos tenemos el ego jodido cada vez que nos miramos al espejo y todas las noches, nos aplicamos con preocupación la nueva crema Q10 antiarrugas y nos colocamos con cuidado los cuatro pelos que nos van quedando..